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El imperio perdido: la tragedia de Succession

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El Olimpo de HBO

¿Cómo es posible que una serie lograra el arrastre que alcanzó Succession con puras escenas de gente discutiendo y hablando por teléfono?

Si lo analizamos de una manera fría, veremos que los momentos de más acción son los viajes en helicóptero o a bordo de enormes camionetotas negras que, como corruptos hijos de políticos mexicanos, desfilaban en convoy por ciudades y carreteras.

Luego de cuatro temporadas la serie de Jesse Armstrong logró colocarse en aquel sacrosanto lugar donde HBO manda; El Olimpo de las series, al lado de The Sopranos, de Mad Men, de Game of Thrones. Una serie que logró alcanzarla fama y que —¡¡gracias a dios!!— nadie pensó en alargar más allá de cuatro temporadas.

Se fue como llegó: con una producción muy cuidada, diálogos excepcionales y una cámara que, gracias a su colocación y movimiento nada convencional, logró meternos de manera literal a las juntas donde se resolvían grandes temas, a las enormes mansiones en cuatro continentes así como en lujosos yates.

Succession

Wealth Porn

Yo definiría a Succession como el retrato del capitalismo más asqueroso. La bestia vista desde sus propias entrañas, diría José Martí. El relato de los hombres y mujeres que toman las grandes decisiones que afectan a una buena parte de la humanidad.

Super-humanos que cuentan con una muy arrogante constancia del papel que juegan dentro de la sociedad pero, cuando hablan, interactúan o tan solo conviven con sus semejantes, exhiben la ridícula realidad que hay detrás.

Lo que vemos son criaturas huecas, educadas en medio de los más grandes lujos, pero incapaces de establecer un verdadero puente con otro ser humano. Criaturas que se desplazan mediante una flotilla de aviones y helicópteros a los más exuberantes entornos tan solo para seguir reunidos con la misma gente, alrededor de una mesa, siempre con los smartphones en la mano.

Y la comida. ¿Te fijaste en la comida?

No hay escena en donde no esté disponible todo un bufet con las mejores viandas así como bebidas listas para consumirse; en la primera temporada echan a la basura kilos de carnes y mariscos tan solo porque la casa olía feo.

Ninguno sufre de los avatares del mortal común y corriente; ninguno tiene que checar el saldo de su cuenta, ponerle gasolina al coche, comprar pan para la comida, depositar la mensualidad y mucho menos, enfrentar la seguridad de un aeropuerto…

…y así son infelices.

Creo que nunca en la vida había visto una serie donde todos los protagonistas me parecieran tan repulsivos. De hecho, creo que uno de los grandes éxitos de Succession es el de ser una especie de “Pornografía de la Riqueza”. Una ventana donde nosotros, los pequeños, solo podemos asomarnos de puntitas para satisfacer ese insano deseo de conocer un poco de lo que ocurre en los niveles más alto del rascacielos del capitalismo.

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De hecho, esta serie maneja el mismo atractivo de la clásica telenovela con aires aleccionadores de Televisa: la exhibición de los pleitos y las frustraciones de los “niños” Roy como un claro ejemplo de que el dinero no compra la felicidad. Una lección para que aprendamos a vivir y ser felices con lo que tenemos ya que, como diría Verónica Castro, los ricos también lloran.

Gente grande y gente pequeña

Lo que es brutal, a lo largo de las cuatro temporadas, es la forma en que se trata a los “inferiores”: empleados, asistentes, simples civiles. No son más que accesorios para hacer más placentera la existencia. Los chicos Roy han vivido una vida en que nada se les ha negado y no piensan comenzar ahora con ese tipo de molestias.

Pero de lo que no se enteran son sus propias limitaciones. Dentro de su pequeño y confortable mundo creen que, así como el dinero, han heredado la inteligencia y la capacidad de hacer grandes negocios, de llevar a cabo fusiones y ventas de mega corporativos —como lo hace su padre— y de dirigir la vida y la obra de miles de empleados y millones de clientes.

Ninguno de ellos se da cuenta que carecen incluso de la capacidad de manejar un Oxxo. Son limitados, son pequeños, son los indefensos cachorros en un mundo salvaje, hambrientos de amor que buscan la aprobación paterna de la única manera que conciben sus mentes de junior: con el éxito en los negocios.

Pero fallan miserablemente y su padre, que no tolera la mediocridad y el fracaso, odia a su propia simiente por ser incapaz de siquiera ponerse al nivel…

Esa es la gran tragedia de los Roy.

Terminó Succession, uno de los finales de temporada y de serie más esperados desde Game of Thrones que, a mi gusto, se mantuvo al nivel y no tuvo fallos. Fue lógico y muy acorde con el tono grandilocuente pero patético de la historia del imperio perdido de los Roy.

Al final, fue el bárbaro que acechaba en las puertas, el empty-suit arribista, el esclavo que esperó el momento preciso para liberarse, quien alcanzó el pináculo del imperio y hasta la hembra alfa se llevó a su casa.

Fortuna incerta est“, diría el clásico.

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Armando Reygadas Anfossi

Especialista en MKT Digital

Viví la revolución digital en carne propia; di mis primeros pasos en medios tradicionales impresos y la radio AM; desde ahí salté a Internet. Comunicador especializado en tecnología, redes sociales, medios digitales y marketing en línea; me dedico a la ‘blogueada’ desde los 90s y participo en varias publicaciones como Reseñando.com y Conexionistas.

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