A simple vista, el agua parece ser un elemento universal, incoloro, inodoro e insípido. Sin embargo, cualquiera que haya probado agua embotellada de diferentes marcas sabe que esto no es del todo cierto. Cada botella parece tener un sabor sutilmente distinto, lo que lleva a muchos a preguntarse: ¿por qué?
La respuesta reside en una combinación de factores, comenzando por la fuente misma del agua. Cada manantial, pozo o acuífero tiene una composición mineral única que imparte un sabor particular al agua. El calcio, el magnesio, el sodio y otros minerales disueltos pueden dejar un regusto ligeramente salado, metálico o incluso dulce.
Además de la fuente, el proceso de tratamiento y embotellado también influye en el sabor. Algunos fabricantes filtran el agua más rigurosamente que otros, eliminando no solo impurezas sino también algunos minerales que contribuyen al sabor. Otros pueden añadir minerales o incluso ozono para mejorar el sabor o la conservación.
El material del envase también puede jugar un papel. Aunque el plástico PET utilizado en la mayoría de las botellas de agua se considera inerte, algunos estudios sugieren que puede liberar compuestos que alteran sutilmente el sabor,especialmente si el agua se almacena durante largos períodos o a altas temperaturas.
Finalmente, entra en juego el factor subjetivo del gusto individual. Nuestra percepción del sabor está influenciada por nuestras experiencias previas, nuestras expectativas e incluso nuestro estado de ánimo. Lo que para una persona es un agua refrescante y pura, para otra puede tener un sabor desagradable.
Daniel Del Villar – Mercadotecnia 6to Universidad de la Comunicación