Muchísimas personas han buscado, por años, la fórmula del éxito sin encontrarla.
Incansablemente han perseguido esa receta, manuscrito milenario, oración poderosa o mezcla de ingredientes ancestrales, que harán aparecer, así de la nada, a esa pareja, los lujos, comodidades y dinero a raudales que por años han anhelado.
Con base en un incesante y casi permanente bombardeo de anuncios, información y de supuestos gurús que ofrecen guiarnos y señalarnos la puerta correcta u ofrecerte la llave de la tan ansiada felicidad; incautos, desesperados y soñadores han comprado, intentado casi de todo, sin lograr los resultados inmediatos (aunque lo más importante, muy pocos lo hacen).
Inmersos en la cultura de la inmediatez que se enquistado en gran parte de nuestra colectividad, hemos olvidado que lo verdaderamente bueno, importante y significativo en la vida, toma tiempo. Vemos los frutos y posesiones de los demás, sin considerar siquiera lo que tuvieron que trabajar, estudiar, sacrificar o dejar de dormir para obtenerlo, nos molesta ver su jardín mucho más verde que el nuestro, cuando la realidad es que nosotros ni una manguera hemos comprado.
Vivimos a medias
Nos frustra y desespera esperar a que llegue aquello que anhelamos, más aún, si ya cumplimos con el ritual energético de:
1. Decretarlo al universo
2. Encender la velita
3. Pedir a Dios (con verdadera intención, lo que sea que eso signifique)
4. Destapar tu chela y regresar al sofá a Netflix, HBO o al futbol
Queremos obtener nuevas ganancias o conquistar nuevas metas, haciendo las mismas cosas y asumiendo las mismas actitudes.
Quizás por eso, hoy la gran mayoría de las personas viven llenas de incredulidad, insatisfacción, recelo, dudas y un sinnúmero de sensaciones negativas o auto-destructivas por no lograr obtener, ojo aquí; “aquello que creen que quieren y que suponen, les traerá ese estado de bienestar ideal con que han soñado, pero que sin darse cuenta, dicho ideal, esta sustentado en un estilo de vida que alguien más insertó, como parte de una programación, a base de pura repetición”.
O sea… ¿cómo?
Es decir, no es auténtico el deseo, no está basado en una identidad o estilo de vida real, en cambio, después de “intentarlo todo”, esas personas que perseguen un falso ideal o sustentado en convencionalismos sociales, se resignan a que la vida es un viacrucis y sufriendo alcanzarán… (lo voy a dejar aquí para que no crean que es ataque o algo parecido, pero creo que ya captaste la idea).
Cuando mis años de adolescente en plena década de los 80´s, vestir con playeras o tenis de cierta marca, te separaba en automático de la masa, sobretodo, si esa marca era estadounidense como Catch it, Town and Country, Sperry o Polo, entonces en automático pasabas a otro nivel en la jerarquía de tu grupo social.
Inevitablemente tenemos que crecer
Y tratando de encajar y pertenecer, muchos cambiaron las playeras por camisas de vestir y zapatos, un auto deportivo, corbatas, trajes, el smartphone de última generación, el reloj de marca, una casa más grande y un largo etcétera de obligaciones, producto de esa vida que imaginábamos que queríamos, para darnos cuenta que en realidad no estamos obteniendo esa sensación de bienestar o plenitud que suponíamos vendría con tal o cual estado de vida.
De pronto el tener y mantener se vuelven una pesada loza que cargar ¿no se supone que eso queríamos?
Cuando esa loza comienza a hacerse insostenible, viene entonces el impulso para cambiar el rumbo, el problema es que no sabes adónde, muchos buscan mejorar sus ingresos, pero las deudas, obligaciones, miedos y el famoso “no tengo tiempo” se vuelven las mejores excusas.
En el ámbito de las relaciones personales o vida de pareja las cosas no son muy diferentes, depositamos nuestro ideal de “compañera(o)” sobre la persona sin siquiera analizar, si el tercero en cuestión cuenta con esas características; decidimos juntarnos con alguien, por miedo a estar solos, porque “peor es nada”.
Muchos sucumbimos al juego de satanizar “al que tiene o logra algo que deseábamos para nosotros” en vez de preguntar ¿cómo le hizo? preferimos suponer y convencernos, de que lo que ayudó a esa persona, es algo ajeno al esfuerzo de la persona como; suerte, abolengo familiar, atributos físicos, relaciones de poder político o económico, o de plano “algo chueco o mágico”.
Y entonces mi tablero se encendió
Así sucedieron varias décadas de mi vida, hasta que me encontré con una mano adelante y otra atrás. Y la vida me empujó fuera del laberinto.
Casi a inicios de la pandemia me topé con una publicación en una red social que decía: “Si te hubieses convertido en aquello que soñabas de niño, ¿Qué serías?”, en ese momento no pude responder a la pregunta, al día siguiente tampoco y pasado el mes no lograba recordar qué soñaba ser cuando niño; tuvo que pasar más de un año para que un buen día, ¡BAM! la respuesta apareciera mientras paseaba a mis perros y entonces, mi tablero se encendió.
La gente no logra lo que quiere, porque NO SABE DEFINIR qué es lo que quiere y cómo lo quiere, peor aún, no sabe para qué o por qué lo quiere y cómo favorece eso a su identidad y propósito de vida. Esto brinda la explicación y el por qué la mayoría de quienes ganan la lotería o una de las casas del TEC, terminan al cabo de unos años, en el mismo estado en que se encontraban antes del premio.
Cada quién que defina su lujo
No, no estoy hablando de riqueza o abundancia, estoy hablando de identidad y propósito de vida, de aquello que te entusiasma y que por miedo a fracasar o al qué dirán, has decidido no intentar. Me atrevo a decirlo así porque ya estuve ahí, y al cabo de 45 años me alegró descubrir, comprobar y cerrar lo que ya no funcionaba en mi vida y que no me estaba a ayudando a ser, no a tener, a ser lo que quiero, hacer lo que me gusta y poder vivir de ello con todos los lujos que he imaginado.
Lujos como el poder bañarme hasta tres veces al día si así lo decido o poder degustar de los gajos de una mandarina acompañado de un espresso recién hecho en máquina al amanecer, sintiendo los primeros rayos del sol y saber que no importa lo que haga o suceda a mi alrededor, todo estará bien.
De ese lujo estoy hablando, donde eres quizá, el dueño de tu tiempo.
Cuando defines que es lo que quieres y cómo lo deseas, dejas de ocuparte de los “por qué” para ocuparte del ¡QUÉ Y CÓMO OBTENERLO!
Cuando descubres que hacer con tu vida, como fue mi caso, todo cuanto has estudiado, aprendido, sufrido, experimentado y soñado, se alinea como por arte de magia; comienzas a planear ahora sí a FUTURO, con bases y actividades concretas, asignas recursos y sobre todo, dejas de perder el tiempo en aquellas actividades que no suman, no aportan y no mueven la aguja en la dirección que TÚ DECIDISTE, entonces dejas de lamerte las heridas, de auto-compadecerte, de sabotearte y comienzas a ser positivo y productivo porque tienes un plan definido.
En la medida en que definí a detalle lo que quiero, cómo lo quiero y para qué lo quiero, la magia de la que muchos hablan, esa que tantos han buscado a través de los años sin encontrarla; apareció.
Y no, no es ninguna hechicería, es el resultado de comenzar a tomar control de lo que sí está en tus manos; como dormirte temprano, leer en vez de ver la televisión, tomarte una cerveza al día, en vez de tres. Comenzar a caminar 40 minutos diarios sin REDES SOCIALES, pagar el gimnasio, pero esta vez, sí asistir al menos cinco días a la semana.
Lo que te quiero decir y compartir es que NO NECESITAS SACRIFICARTE Y SUFRIR para mejorar tu vida y entorno, sólo necesitas definir exactamente lo que deseas y comenzar a hacer lo que debes hacer para que suceda, y para eso, vas a tener que cambiar tus hábitos.
De eso se trata…
Muchas gracias por leerme, nos vemos en 15 días.