Una de las redes sociales más nutritivas, pero quizá también más incomprendidas por las masas, es LinkedIn. Mucho se habla de la necesidad de que no se convierta en un Facebook plagado de chismes. Pero que tampoco se vuelva un espacio aburrido para el sector empresarial. Es por ello que apoyo la expresión de opiniones, con las que puedes o no compaginar. Pero que no puedes dejar de leer.
Hace unos meses, Oscar M. Gómez, a quien tengo entre mis contactos en esta red social, publicó una reflexión bastante interesante: “Propuse a una institución bancaria en México, cambiar de forma radical el concepto de oficinas de atención a los clientes y me dijeron que eso no se podía hacer porque las oficinas “eran así” y que “todas eran iguales”. Les recomendé: ¿por qué no ponen baños para sus clientes? A lo que respondieron: “porque ningún banco los pone””. Esto me llevó, sin duda, a imaginarme a ese empresario de la vieja escuela donde absolutamente todo debe ser utilidad. Donde las empresas ya no tienen corazón. Donde sus marcas se olvidan de lo fundamental: estar al servicio del cliente.
¿Qué habría sido de la armadora automotriz Tesla si hubieran dicho “no haremos vehículos que se conduzcan solos porque nadie del sector lo está haciendo”? ¿O se imaginan pensar un mundo donde Steve Jobs hubiera dicho “no fabricaremos un reproductor musical que use archivos mp3 en lugar de discos compactos, porque ninguno de mis competidores lo ha hecho”?
Ya lo dice Enrique Dans, autor de uno de los 100 mejores blogs del planeta según el diario madrileño “El Mundo”: “el valor de la innovación no está en evitar que te copien, sino en conseguir que todos te quieran copiar”.
Mi mente no concibe un empresario que no busque arriesgarse a encontrar más y mejores formas de hacer negocio. Alguien que no quiera salir de su zona de confort, pero me queda claro que los hay.
No es en vano que estemos viviendo una de las peores crisis que hayan sufrido las televisoras, no solo nacionales, sino mundiales, en la historia. En los guiones ya no hay riesgos, solamente fórmulas comprobadas. Incluso lo que podría pasar como un mini-riesgo, termina siendo visto como querer pintar de azul una pared que antes fue blanca. Quizá se vea más bonita, pero sigue siendo la misma pared.
Hoy, el mundo es de los que toman riesgos. Con una competencia empresarial tan cerrada como la que existe, innovar debe surgir desde el nombre que le pones a tu negocio, a tus productos, su presentación. Y por supuesto, su mercadotecnia.