La inteligencia artificial (IA) ha llegado para quedarse. Aunque a veces parezca una tecnología reciente, la realidad es que ya llevamos varios años interactuando con ella. Cada vez que una plataforma de streaming nos recomienda una serie o película, cuando las redes sociales nos muestran contenido personalizado o cuando interactuamos con un chatbot, estamos siendo partícipes de esta transformación tecnológica. En el ámbito político, la IA está generando un cambio profundo, y sus aplicaciones plantean interesantes retos y oportunidades para la comunicación y la gestión pública.
En 2018, en el distrito de Tama, Tokio, se presentó una candidata muy particular: un androide impulsado por inteligencia artificial. Su campaña se fundamentaba en el lema de “oportunidades justas y equilibradas para todos,” proponiendo una planificación y resolución de problemas basadas en el análisis de datos científicos y estadísticos. Sorprendentemente, esta “candidata” alcanzó el tercer lugar en las elecciones. Ese mismo año, en Rusia, el sistema de IA llamado Alisa también participó en las elecciones presidenciales, siendo el primer sistema de inteligencia artificial en competir por un puesto de este nivel. Creado por la empresa Yandex, Alisa logró recaudar alrededor de 25,000 votos, un hito sin precedentes.
Más recientemente, en las elecciones parlamentarias de Inglaterra, se presentó otro candidato de IA: AI Steve, respaldado por el empresario británico Steve Endacott. Este avatar digital fue diseñado para procesar y responder a las inquietudes de los ciudadanos en tiempo real, utilizando una versión digitalizada de la voz de Endacott. Desarrollado por la empresa Neural Voice, dirigida también por Endacott, AI Steve prometía gestionar hasta 10,000 conversaciones simultáneamente, ofreciendo una disponibilidad continua de 24/7. A pesar de la innovación detrás de esta propuesta, el candidato solo obtuvo 179 votos en las urnas.
Estos ejemplos ilustran cómo la inteligencia artificial está transformando áreas que hasta hace poco considerábamos exclusivamente humanas. Algo que parecía imposible hace apenas unos años ya es una realidad, y el papel de la IA en la toma de decisiones y en la comunicación política está creciendo rápidamente. Sin embargo, considero que esta tecnología, aunque poderosa, debe entenderse como una herramienta de apoyo, no como un sustituto. Las capacidades de la IA para analizar grandes volúmenes de datos en minutos y facilitar decisiones basadas en evidencia son invaluables, pero es crucial recordar que su rol debe ser complementario y no definitivo.