Hace unos días, la Real Academia de las Ciencias sueca anunció que el Nobel de Economía de 2023 sería otorgado a Claudia Goldin, catedrática estadounidense de la Universidad de Harvard, quien se ha dedicado a investigar y publicar estudios sobre el rol de las mujeres en el ámbito laboral, en el que reconoce el gran avance que hemos tenido hasta ahora para que las mujeres podamos desarrollarnos en ámbitos que antes eran exclusivamente de los hombres, pero también destaca los desafíos y las exigencias que esto implica para nosotras y la enorme distancia que falta para brincar ese abismo que nos separa para lograr una verdadera equidad de género.
La brecha salarial entre hombres y mujeres sigue siendo hoy en día un tema controversial, porque pese a los esfuerzos, políticas públicas y activismos de los grupos feministas, las mujeres seguimos ganando menos que los hombres en posiciones similares o en muchas ocasiones se nos otorgan posiciones de liderazgo empresarial tan solo por cubrir un “cuota de género” y no por considerar nuestras competencias y capacidades en igualdad de circunstancias.
Al tratar de entender mi propia historia, me doy cuenta que soy muy afortunada por tener a mi lado, un esposo a quien le reconozco su apertura y compromiso para que durante 22 años hayamos construido una relación de equidad en la que los dos trabajamos, aportamos, cocinamos, hacemos labores domésticas, tomamos decisiones y participamos en la educación de nuestros hijos, al parejo.
Sin embargo, eso no me ha mantenido ajena de las conductas machistas en el ámbito laboral, en el que he recibido comentarios desafortunados como el que hizo uno de mis jefes al decirme: “para que trabajas si tienes un esposo al que le va muy bien económicamente, deberías dedicarte a cuidar de tus hijos, no tienes ninguna necesidad” o cuando diseñé un proyecto con un colega y al presentarlo a los directivos, ninguno de ellos me volteó a ver o me formuló ninguna pregunta y tan solo se dirigieron a mi compañero como si yo no estuviera ahí presente; o escuchar que mis alumnos varones le digan a sus compañeras que a ellas les toca diseñar las láminas de la presentación porque “a las mujeres les quedan más bonitas”, mientras ellos les van dictando, con una actitud de superioridad.
Como estos ejemplos y a mayor escala, se vuelven las cotidianidades que normalizan la subordinación, sumisión y micromachismos que vivimos las mujeres todos los días en el mundo laboral, aunado a casos todavía más graves como el maltrato laboral, el acoso sexual y hasta la prohibición en algunos países y regiones de nuestro país en donde con el pretexto de “los usos y costumbres” se prohíbe que las mujeres trabajen fuera de casa o que puedan asistir a la escuela.
Así las mujeres hemos tenido que recorrer un camino más complejo y sinuoso, que se ha convertido en una carrera de resistencia y mayor esfuerzo, en el que a cada paso tenemos que lidiar con un mayor número de dificultades y obstáculos para autentificarnos, es como si tuviéramos que hacer malabares en un circo de muchas pistas que nos exige mantener en equilibrio la casa, la vida en pareja, el trabajo, los hijos y al mismo tiempo vernos delgadas, depiladas y en tacones.
Hoy celebro que Claudia Goldin, haya sido la tercera mujer en ganar un premio Nobel de Economía en el que 52 hombres lo han obtenido anteriormente, pero al mismo tiempo me invita a un despertar de la conciencia para crear sororidad (apoyo entre mujeres) para hacernos el trayecto más liviano, para reconocernos y para que muchas otras mujeres puedan alzar su voz, tengan las mismas oportunidades y puedan tener salarios equiparables a los de los hombres que desempeñan el mismo trabajo.
Al mismo tiempo, quiero destacar que los hombres no son el enemigo a vencer, que pueden ser nuestros aliados, que no queremos víctimas y villanos, sino sociedades más justas y humanizadas que no discriminen ni excluyan a nadie.
¡Hasta la próxima!