“No es lo que no sabes lo que te mete en problemas, sino lo que sabes con certeza y resulta que no es así.” (Mark Twain)
Cada cambio social, se ha generado primero; del reconocimiento de los abusos cometidos a un grupo en particular, étnico o social. Y segundo, dicho cambio ha sido consecuencia del consenso social ante las injusticias sufridas por distintos grupos de personas al transitar de una época a otra.
Cualquier reconocimiento o conquista, en materia de derechos humanos o en las garantías individuales de grupos o minorías, sucedió a partir de una lucha en contra de las ideas o costumbres sociales que irremediablemente tenían que cambiar por el bien de unos y a pesar de otros. Hablar de una nueva masculinidad busca generar un cambio en las estructuras sociales a partir de la modificación de conductas que ya no tienen vigencia en nuestra cultura actual.
En los últimos 200 años las mujeres han pasado del encierro que podía representar criar y atender a una familia; a ganar importantes escaños en lugares que hasta hace unas décadas estaban prohibidos para las mujeres y con ello; además del reconocimiento, otorgar el respeto a sus individualidades y derechos. Gracias a los movimientos sociales liderados por valientes mujeres hoy las hay empresarias, madres empoderadas, atletas de alto rendimiento, líderes de grupos sociales, intelectuales, buenas funcionarias de gobierno, representantes populares y hasta presidentas.
Son organizaciones, instituciones, empresas y agrupaciones civiles las que se reúnen, cada vez con mayor frecuencia, con el único propósito de replantear las formas tradicionales de ser hombre, de buscar nuevos modelos que ayuden a cambiar, o al menos modificar, las relaciones personales y laborales hacia un trato más justo y equitativo; que no de igualdad, concepto con que muchos se confunden y quizás sea la razón fundamental por la cual el debate se divide y parte hacia los extremos; se asemeja al caso de querer calificar al pez y al elefante de la misma manera que al chimpancé, sólo porque el último sí puede subirse al árbol.
Erick Pescador, sociólogo experto en igualdad de género dice: “La violencia más difícil de ver es la que aparece en los momentos más sutiles, por ejemplo; en una conversación, donde el espacio verbal lo ocupan fundamentalmente los hombres”.
El tema se antoja muy complicado, dada la cultura de picardía con que se identifica al mexicano y en donde muchas mujeres también gustan de participar a conveniencia haciendo a un lado las premisas que originan la lucha por el respeto y el combate al acoso. De ahí que la única forma real de acabar con el machismo en el espacio cultural sea reconociendo la delgada línea entre el sentido del humor con respeto y el albur. Incluso hay que tener cuidado con los comentarios sin mala intención pero que pudieran ser interpretados como “acoso”.
Acoso se refiere a una persona que hostiga, persigue o molesta a otra de la forma que sea; mensajes, fotos, comentarios subidos de tono, “bromas inocentes” o chistes sexistas en presencia de mujeres ya no caben en esta nueva realidad. ¿Le parece exagerado?
El mundo no cambió pidiendo permiso.
La nueva masculinidad requiere el rescate de valores que por alguna estúpida razón, se relajaron y que en muchos otros casos se olvidaron. Valores que solían tener sustento en la ética y los principios; moral para otros, que servían de guía para las buenas relaciones entre los miembros de una sociedad.
Erradicar el acoso es tarea de todos, incluidas las relaciones entre “el género fluido” o la perspectiva de género; la violencia en cualquiera de sus formas, disfrazada de “carrilla” o escondida entre palabras elegantes, no es buena para nadie, punto.
Los comentarios picarones son ofensas disfrazadas de piropos que para algunas mujeres pasarán desapercibidos, otras no le darán mayor importancia, algunas verán incrementado su ego, pero muchísimas otras se sentirán violentadas en un espacio en que se supone debe ser seguro, como su lugar de trabajo, grupo social o en su misma casa.
Del espacio vital, si quiere hablamos en otra ocasión. Pero tener que capacitar a una mujer sobre la postura o posición corporal que debe asumir para no ser manoseada, agarrada, abrazada o de plano babeada en un entorno laboral, evento o fotografía social; es la confirmación de lo que implica la nueva masculinidad, una donde prive el respeto antes que cualquier otra cosa.
Hay quienes ya advierten de algunas nuevas características sobre la evolución de la masculinidad:
En términos de desigualdad y para acotar la brecha que aún permanece se requiere de un consenso basado en las relaciones entre iguales, dejando de lado, de una buena vez y para siempre, el tema de ego que se relaciona al poder y su acaparamiento “por derecho”. Así fueran para la paternidad algunos individuos “muy hombres” que conozco.
Sin embargo, hay que decir también, que a raíz de las vejaciones, humillaciones, denostaciones, acoso e injusticias que las mujeres han sufrido por generaciones, existen casos muy lamentables de quiénes ascendiendo a una posición de poder y lejos de corregir las cosas que han estado mal; prefieren hacer gala del resentimiento y coraje acumulados por años para desquitarse con sus subordinados o colaboradores, donde lo que importa es denostar, desacreditar y hacerle la vida miserable a quien detenta mejores cualidades y capacidades.
De ahí que en la vida laboral la tendencia sea relativamente sencilla; igualdad de oportunidades basado en capacidades y habilidades laborales, no bajo un forzado esquema de “cuota de género” para quedar bien; sí es igual, es igual, punto.
Quizá en este aspecto habría que replantear el modelo laboral y alejarlo de las “horas nalga” centrándolo en cambio en la productividad e inteligencia emocional, que derive en un verdadero estado de bienestar para todos. La nueva masculinidad exige a los hombres que una mujer pueda mostrar sus miedos, gustos o debilidades sin ser juzgadas por ello y mucho menos ser menospreciadas o relegadas a un segundo plano por expresar sus ideas.
Si el talento y capacidades prevalecen por encima de cualquier parámetro, entonces habremos dado un salto cuántico hacia delante como sociedad.
Esquemas generacionales arraigados como: la última hermana se queda a cuidar a los papás, sírvele a tu hermano, los hombres no lloran y menos por la partida femenina, el color rosa es para las niñas, una buena esposa debe aprender a cocinar y planchar, deben erradicarse si queremos evolucionar como sociedad. La expresión de los sentimientos basados en modelos arcaicos, disfuncionales para la nueva realidad, deben ser replanteados ente el derecho de cualquier ser humano a expresar su tristeza, frustración o alegría eufórica con plena libertad.
El machismo es una enfermedad que sólo puede ser combatida a través de un trato igualitario en nuestras casas y lugares de trabajo; no se trata de seguir copiando o manteniendo aquello que considerábamos era correcto, se trata pues de ir acabando con los estereotipos negativos hacia la mujer, así como de las creencias que aún se tienen sobre el lugar que puede o no debe ocupar una mujer; de otro modo no disminuirá la violencia hacia ellas.
La nueva masculinidad no sucumbe a la feminidad, por el contrario, pone a la mujer y en general al ser humano en una condición de equidad lo más igualitaria que las leyes naturales lo permitan. Bajo este esquema se trata un hombre pueda expresar sus sentimientos sin ser juzgado de débil, así como el defenderse de casos de acoso sin sentir vergüenza por ello.
Si el hombre cambia su visión machista de algunos conceptos relacionados con la masculinidad, entonces su trato hacia las mujeres cambiará de manera positiva.
Gracias por leerme y agradezco de antemano sus comentarios.