Leemos infinidad de publicaciones invitándonos a soltar, fluir, desapegarnos y todo lo relacionado al desprendimiento de factores que nos generan algún tipo de estrés, social, económico, emocional, educativo, físico, político, familiar, etc.
Se acercan fechas del “deber ser”, y creo que la infinita pandemia sensibilizó a más de uno con respecto al tema, hoy por hoy procuramos (muchos), ser mejores seres humanos, dentro de lo que cada uno considera “mejor” porque hasta eso tiene sus “asegunes”. Incluso hoy con todo y todo pretendemos llevar a cabo las fiestas decembrinas lo más cercano a lo normal, (nuestro normal), y he de confesar que algo que amo de las redes sociales es que son la radiografía perfecta y clara de nuestros males y bienes, ellas, las “santas redes”, exponen con claridad lo que en un futuro próximo será la muestra de nuestro siguiente paso, somos tan obvios…
Bueno, el chiste es que empieza la presión de lo que vamos a hacer y entre el hartazgo de estar encerrados (que por lo visto ya ni tanto) más la necesidad de crear una nueva versión decembrina que encaje con nuestra bonita costumbre de reunirnos y gastar. Ya nos daremos cuenta a través de las publicaciones si ganó la costumbre o la conciencia, y no es por intrigar pero creo que todos sabemos para dónde va la cosa.
En lo personal, soy de la idea de que cada quién haga lo que le de la gana, los que se quieran ver que lo hagan y los que se quieran guardar que se guarden, estamos en un rush delicioso que nos lleva al punto del orgasmo social, así que cualquier resultado es producto de el nuevo acomodo, o caos como le dicen normalmente.
Mi sugerencia es que cada uno de nosotros hagamos juicios de la puerta para adentro y el que gaste o no gaste, vaya o no vaya, tenga una muy muy feliz navidad!