Se calcula que la inversión publicitaria a escala global alcanzará los 563 mil millones de dólares para finales de 2019. En nuestro país, superará los 4 mil millones de dólares. La lista de inversión en medios en México la encabeza la televisión, seguida muy de cerca por la inversión digital. 

Publicidad y marketing han sufrido una reconfiguración para la que nadie estaba preparado, ni marcas, ni agencias, ni consumidores. Buscando bajo un método de ensayo y error cómo llegar al público sin que se sienta acosado; cómo llegar a una generación joven acostumbrada a esquivar anuncios y capturar la atención de un mundo que no tiene tiempo ni ganas de brindársela.

La migración de los anunciantes a las nuevas plataformas comenzó a finales de los 90. Acelerándose con el paso del tiempo y convirtiéndose en la gasolina que hace funcionar el mundo de la información instantánea y al alcance de todos. No podemos negar el hecho de que los creadores de contenidos, al igual que en los medios de antaño, requieren valerse de ingresos provenientes de publicidad para continuar con su labor, y que también, todo aquel que ofrece un producto o servicio, necesita que la gente sepa de qué se trata.

Por su parte, el consumidor recibe a cambio de la odiosa publicidad no sólo el acceso a contenidos de calidad gratuitos o a un bajo costo, sino la oportunidad de conocer los atributos de aquello que desea o necesita; sin ella, sería complicado saber exactamente qué es lo que está comprando y compararlo con sus símiles en el mercado.

Esta relación de amor-odio, es la que cimienta la economía en sí. La que permite que el desarrollo de nuevos productos sea factible, que la comunicación fluya, que la información se democratice y que el consumo informado sea posible.

Un estudio de 2015 sobre el impacto de la publicidad por parte de IHS Markit, una compañía de servicios financieros con sede en Londres, concluyó que en los Estados Unidos cada dólar gastado solo en publicidad generó $ 19 en ventas y respaldó 67 empleos en muchas industrias; ellos predijeron que para 2019 la publicidad podría corresponder al 16 por ciento de toda la producción económica.

Entonces, como consumidor es importante plantearnos si ese odio a la publicidad, esa aberración por los anuncios y el furor por el ad-blocking son fundados. Si en realidad la publicidad es ese monstruo que enriquece a algunos y se aprovecha de los otros. Si la vida en sí, podría ser como la conocemos sin ella. O si, a final de cuentas, es una herramienta que nos abre como consumidor, como marca o como agencia un sinfín de posibilidades. Platiquemos @FerFamania