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Lolita, más fuerte, más vigilante

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En una teoría de la comunicación reciente, proveniente de las ideas de Niklas Luhmann pero basadas ya en un terreno moderno sociológico, se dice que el ser humano se enfrenta a diferentes estadios de circunstancias desconocidas, lo cual le genera miedo, terror, amenazas o incertidumbre. Todo ello de la mano del grado de conocimiento que vayan adquiriendo las personas. Es decir, un rayo que hoy sabemos que pertenece al campo de la ciencia como producto de una explicación lógica, en civilizaciones antiguas, al desconocer su naturaleza, se relacionaba con cuestiones místicas que despertaban miedo.

Esta idea relacionada con la cantidad de información que uno posee hace que una amenaza sea producto de un temor fundado, es decir, de elementos comprobables que nos pueden hacer daño, por ejemplo, un tornado sabemos que no es un envío divino para el castigo pero que, a medida que se aproxima, debemos tomar medidas como el desalojo. De ahí se desprende que la incertidumbre es producto de una desinformación absoluta, ya que no contamos con elementos certeros que nos digan qué tan grave es una situación.

Primero el coco, luego el SAT

Con ese preámbulo, sabemos que el miedo al “coco” es completamente irracional atendiendo a su inexistencia material, sin embargo, hay un miedo tangible, latente y claro que comparten empresarios pequeños, medianos o chicos, profesionistas independientes, trabajadores asalariados, integrantes de asociaciones civiles y cualquier persona inserta en la economía nacional: la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a través del Servicio de Administración Tributaria (SAT).

Pareciera una broma pero la realidad es que muchas personas a las que les saco siquiera el tema del SAT se estresan y tratan de evadir su circunstancia de responsabilidad cuando bien hacemos en conocer por lo menos superficialmente los cambios fiscales que vamos teniendo. Por ello, a manera de bienvenida a 2022 vamos a revisar muy rápido cuáles son los cambios fiscales que vienen para este año y  en qué consisten.

Muera el RIF, viva el RSC

Uno de los cambios más relevantes es lo que tiene que ver con la desaparición del Régimen de Incorporación Fiscal (RIF) para dar lugar al Régimen Simplificado de Confianza. Como saben, para un mayor control de los impuestos y para respetar ese principio de que el pago debe ser en proporción con las capacidades económicas de las personas, el SAT crea regímenes en cuales tributar dependiendo de nuestra calidad como persona moral, como persona física con actividades empresariales o como persona física asalariada.

El llamado RIF surge para esas personas que tienen una vida empresarias o como profesionista independiente y que sus ingresos no son tan altos en el año, lo cual les permite tributar de manera simple y en baja proporción a fin de que sirva como invitación a regularizarse y formalizar su relación con el fisco. En este régimen se iba pagando una tasa que iba aumentando año con año hasta llegar a los 10 años y, en ese momento, tener que pasar a otro régimen. Digamos que era la entrada alfombrada y bonita al mundo fiscal. Pues este régimen desapareció, aunque no del todo, ya quien estaba en él puede pedir que se le mantenga en el mismo hasta que se cumplan esos 10 años que les comentaba.

El nuevo Régimen Simplificado de Confianza es una puerta de entrada también pero, como su nombre lo indica, con más simpleza en sus procesos, ya que, prácticamente, este régimen permite declaraciones automáticas. Es decir, para personas que tampoco tengan ingresos altos, genera que los CFDI emitidos entren en un algoritmo de cálculo automático que también considere las facturas recibidas y establecer el pago o el saldo a favor para que el contribuyente sólo entre al sistema y envíe su declaración. Además este régimen ya se maneja por rangos de ingresos con tasas fijas para poder calcular más fácil y por grupos el pago.

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Jóvenes en control

Un tema controversial fue el del Registro Federal de Contribuyentes para todas las personas mayores de 18 años. Ello, según el SAT, se dio para incluir a los jóvenes en la cultura contributiva y para evitar que les roben su identidad para empresas fantasma. Lo cierto es que ello le permite al SAT tener un control más importante de depósitos y de aspectos económicos en la vida juvenil, además de evitar la cultura de la informalidad para captar más contribuyentes.

Es importante saber que, aunque la autoridad señale que por el momento no habrá sanciones para los jóvenes que no se registren, lo real es que eso es hasta que se acoja bien esta nueva obligación, por lo que no en mucho tiempo pueden venir los castigos a quienes no hagan su trámite.

Aguas con los depósitos

Otro elemento que causa muchísimo ruido es que, a partir de este año, las instituciones financieras deben reportar al SAT de todos los depósitos de más de 15 mil pesos que reciban las personas mensualmente. Al respecto, debemos aclarar que esta información ya la mandaban los bancos al SAT de forma anual, sin embargo con peculiaridades que no nos llevan a un seguimiento como el que se propuso.

Por otro lado, el SAT ha desmentido que ello sea para cobrar un impuesto a las personas y que sólo lo hace porque existen investigaciones financieras en curso contra ciertas personas que se sospecha de defraudación y que, por lo tanto, no habría que preocuparse. Lo real es que, con sus facultades que ya tiene la autoridad, en caso de encontrar discrepancias entre los depósitos y lo declarado, puede iniciar facultades de investigación y sancionar administrativa y penalmente. Mucho cuidado con eso.

Estos cambios se dan en un contexto de pandemia, donde quizá esperaríamos un giro hacia una visión más incluyente y potenciadora de la economía. Los controles de la autoridad, pareciera, surgen a raíz de un intento desesperado de recaudar más por la falta de recursos que impulsen programas sociales. Lo real es que estas sogas al contribuyente o este seguimiento puntual puede tender más a un terrorismo fiscal, sobre todo cuando uno de los elementos principales de las contribuciones es que sirvan para el gasto público, sin embargo, cuando ello no se refleja en la vida material de las personas, es cuando el cuestionamiento fiscal se convierte más en una amenaza que en una intención del pacto social rousseauniano.

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