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Luditas: la resistencia ante las redes sociales

Todo comenzó, como la mayoría de los males de nuestra civilización: Por causa de la Revolución Industrial.

En pocas palabras (y para no tener que invocar al ChatGPT) a alguien se le ocurrió inventar una máquina para tejer tela, un proceso que al hacerse a mano era muy tardado y por lo tanto muy caro. Un invento que ahorrara todo ese esfuerzo y tiempo tenía que transformarse en una máquina de hacer dinero.

La tela, y por consiguiente, la ropa, se hizo más barata y fácil de adquirir. Todos eran felices, menos los que hacían tela a mano que, de repente, se encontraron sin clientes y sin trabajo. Su única opción era trabajar en las nuevas fábricas, pero —por causa de las nuevas máquinas— estas no requerían de tanto personal. En aquellos entonces era una condena a la miseria y la muerte.

Dice la leyenda que un individuo de nombre Ned Ludd fue el primero en organizar una especie de guerrilla que se dedicaba a destruir las máquinas de tejido y, aunque hasta la fecha su existencia histórica sigue siendo motivo de duda, el individuo se transformó en el símbolo del movimiento que se denominó “Ludita” y que para 1811 ya era una auténtica revuelta popular en Inglaterra.

Los maestros tejedores y sus familias comenzaron a atacar y destruir las fábricas que los habían sacado del negocio. La violencia llegó a tal nivel que las autoridades tuvieron que intervenir con la fuerza; se dieron batallas, detenidos, juicios y hasta ejecutados.

Desde esos entonces la palabra “Luddite” o ludita en español, se transformó en sinónimo de aquellos que, por diversas razones, se niegan a aceptar los avances tecnológicos.

redes sociales

(Analizando el caso de los taxistas que amagan y madrean choferes de Uber en la actualidad, uno se da cuenta que no hay nada nuevo bajo el sol).

En este contexto llamó mi atención una muy interesante entrevista publicada en el New York Times que habla sobre una chica de 17 años de nombre Logan Lane que, al día de hoy, encabeza un llamado “Club Ludita” en su natal Brooklyn.

Como cualquier preadolescente de la historia moderna, Logan siempre tuvo en el primer lugar de su lista de deseos un smartphone. Éste deseo le fue cumplido por sus padres. No hay que decir que de inmediato abrió cuentas en las principales redes sociales y no tardó en construirse toda una vida “en línea” en la cual participaba de forma muy activa.

A pesar de haberse echado de cabeza al universo digital, tal como lo hacen millones de adolescentes, Logan siempre tuvo la sensación de que se estaba perdiendo algo, que estaba desperdiciando su vida al dedicarse a mirar una pantalla todo el día. Una actividad que no le dejaba tiempo para otras cosas y que afectaba hasta su forma de dormir. Luego de varios intentos de dejar a un lado su teléfono, como si fuera una adicta tratando de dejar la sustancia dañina, al final —y a pesar de varias recaídas— consiguió liberarse cuando tenía unos 15 años.

Cambió su teléfono inteligente por un flip-phone, como si de una octogenaria se tratara, y decidió salir a vivir la vida real.

Durante la entrevista cuenta como adquirió el hábito de la lectura, comenzó a tejer y a diseñar ropa, a poner más atención a sus clases y de cómo —al contrario de millones de adolescentes alrededor del mundo— comenzó a disfrutar de las comidas familiares y de horarios de sueño naturales.

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Se encontró con una nueva forma de vida que ella sentía —según sus propias palabras— más plena y completa. Pero su mayor descubrimiento fue el encontrar gente de su edad que pensaban de la misma manera: Conoció otra chica que usaba un teléfono similar y también tenía intereses que se alejaban de los dispositivos electrónicos.

Fue entonces que se les ocurrió fundar un Club Ludita con el cual han atraído más jóvenes que, como ellas, no querían dedicar la vida a mirar una minúscula pantalla brillante. Hay que decirlo. No han abandonado de manera total la tecnología. Como lo puse más arriba, usan teléfonos celulares, que no son inteligentes, tienen cuentas de correo electrónico y navegan Internet para temas de información o noticias. Lo que han excluido de forma primordial, es el uso de redes sociales como Twitter, Instagram, Tiktok, Whatsapp y cualquier otra de los cientos de opciones que existen allá fuera.

Por supuesto que pensar siquiera que esto pudiera transformarse en un auténtico movimiento con millones de seguidores es difícil. Las consecuencias sobre la forma en que las nuevas generaciones se han arrojado, sin dudarlo un segundo, al universo digital aún no están del todo claras.

Quizá dentro de algunos años nos demos cuenta si lo que pasó ha sido beneficioso o, al contrario, arrastrará secuelas terribles para nuestra sociedad y para nuestra civilización.

Lo que es sumamente interesante es que este tipo de grupos contracorriente o “de resistencia” pueden representar los primeros movimientos de esa misma generación que se atreven a cuestionar lo “normal” y que tratan de meter en un nivel más racional algo que hasta el momento parece incontrolable.

¿Llegarán a trascender?

En este tipo de discusiones trato de mantenerme en un punto medio; por una parte, pienso que es muy bueno tener disponibles ese tipo de tecnologías, pero de la misma manera, creo que llevar tan lejos esa dependencia no puede ser bueno.

Ante el avance de las tecnologías, justo ahora que la Inteligencia Artificial está irrumpiendo de forma brutal, es necesario detenernos unos momentos a reflexionar sobre todos los temas que puede alterar para siempre la historia humana.

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