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Mermelada para cangrejos – La implosión del Titán

20 mil empresas de viaje submarino

Una de las grandes ventajas de Internet y las redes sociales —lo he dicho infinidad de veces—, es que todos nos hacemos expertos en todo. No hay tema que cualquier tuitero que se respete no esté dispuesto a debatir aunque no tenga la más mínima idea de lo que está hablando.

Basta abrir Twitter para descubrir la gran cantidad de especialistas en submarinos, batiscafos, fosas abismales, presiones en Psis a diversas profundidades y hasta lo que la palabra “implosión” significa, cosa que hace pocos días nadie sabía.

Titán

No es broma, pero entre mis múltiples aficiones tengo una vena de interés por los temas de submarinos y grandes profundidades… Si, ya lo sé, me formo en la fila para subirme también al tren del mame…

El caso es que leí con mucho interés un artículo publicado en The Daily Beast que afirma que el tema de la exploración submarina de grandes profundidades es toda una industria y que, en la actualidad, podrían existir unas 200 personas y empresas que se dedican a construir así como a operar vehículos de este tipo.

Aunque parezca increíble, la búsqueda de tesoros sumergidos y perdidos en el fondo de los siete mares es una floreciente industria. Hay gente que invierte mucho dinero en buscarlos para apropiárselos. Al parecer el Mar Caribe está lleno de barcos con esplendorosos tesoros a la espera de sus respectivos Jacks Sparrows.

Millonarios exploradores

Lo que es relativamente nuevo es meter este tipo de servicio a la nueva ola de experiencias diseñadas para los ricos y poderosos, como los vuelos en las naves espaciales de Jeff Bezos y Elon Musk o toda una gama de opciones que van desde globos que lo suben a uno hasta la estratósfera con todas las comodidades posibles (por unos módicos $132,000 dólares por persona) o paseos a cualquiera de los polos.

Ya me imagino los trending topics cuando empiecen a caer millonarios del cielo o se transformen en alimento para pingüinos.

Esto último que acabo de escribir es fruto directo de la sensación que me dieron las redes sociales desde el momento en que el sumergible de OceanGate, el Titán perdió contacto con la superficie. Mientras la gran mayoría de los temas relativos a la desgracia humana son procesados por las redes sociales de una forma tal vez demasiado empática para lo que nos tiene acostumbrados, en este caso en particular la posible muerte de los cinco exploradores fue tomado más dentro de su espíritu tradicional: con toda la mala leche posible.

Sí, las burlas no solo se dejaron ver desde el primer minuto sino que también fueron brutales y muy crueles. Existía un verdadero tono festivo en torno al tema.

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El futuro que nunca volvió

Estamos en una era que, vista en cierta perspectiva, parece ser la “cruda” que nos dejó un pasado mucho más optimista. Para mi generación ahorita el mundo debería de ser una democracia universal participativa, la guerra debería de haber sido erradicada junto con las armas nucleares y todos deberíamos de tener coches voladores.

Eso fue lo que nos vendieron, y nunca ocurrió…

El caso es que vivimos al borde de la tragedia por causas ecológicas, políticas, comerciales y militares. El capitalismo parece ser aún más salvaje y son pocos los que realmente pueden sentirse agradecidos con lo que ocurre y, en países como el nuestro, esas minorías son aún más mínimas.

El simple hecho de que alguien pague una fortuna por viajar a la orillita del espacio o bajar al fondo del mar a ver unos fierros oxidados, nos parece una total afrenta debido a la evidente insensibilidad de algunos afortunados que son capaces de gastar 250 mil dólares para morir transformados en mermelada.

La gran marea de memes, chistes y comentarios “de mal gusto” son producto de una sensación generalizada de impotencia; de gente que se siente traicionada por sus gobiernos, por las empresas y por las generaciones previas. Que tienen la certeza de que su futuro es muy oscuro.

Vale la pena explorar ese rencor social que existe en contra de los que vemos como privilegiados; hasta qué punto ese odio está justificado, hasta qué punto es pose y de qué manera debemos de canalizar un enojo —que está ahí, latente— en favor de una sociedad más justa para todos.

¿Podrá lograrlo esta generación?

No te olvides de visitar nuestro sitio Conexionistas.com.mx

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