Quinto de primaria, en pleno recreo, justo después de haber fallado en el “gol-para”, se me acercó una compañera para preguntarme quién del salón me gustaba. Culpemos a la ingenuidad, a los 30 minutos de correr continuamente bajo el sol. En fin, ¿¿¿para qué le respondí quién???
No habían timbrado para regresarnos a clases cuando toda la escuela se había enterado -incluyendo la morrita que me gustaba- que quería que fuera mi novia y que prácticamente me quería casar con ella. La verdad, no quiero imaginarme cómo se dio ese “teléfono descompuesto”, pero al final me batearon. La chamaca me mandó decir que no quería ser mi novia porque estábamos muy chicos para esas cosas. Al fin que ni quería…
En ese momento me sentía tan avergonzado, como si se me hubieran caído los pantalones en pleno saludo a la bandera, frente a toda la escuela. Ni cómo decirle a la chava en cuestión que solo me gustaba, ni cómo apagar ese incendio de chismerío. ¡De terror! Con todo lo que he aprendido en mi chamba, me gustaría tener un DeLorean para viajar al pasado y aconsejarme.
¿A qué quieres llegar con esto, tío Presno? Amamos compartir información, especialmente la que nos conviene sin analizar los daños colaterales que conllevan.
Esto ya lo había puesto en mi columna pasada (liga), pero en esta ocasión no está de más recordarles la importancia de cuidar lo que compartimos y opinamos en redes sociales. Si con las Elecciones de 2024 se viene un tsunami de fake news, con el ataque de Hamás, esto está peor que el huracán Otis arrasando con el bello Pichilingue.
Los usuarios se sienten con la suficiente autoridad como para opinar y compartir sobre cualquier tema sin informarse. Lo malo es que si se les contradice, se justifican diciendo que sus fuentes son más fidedignas o se desmarcan con un “no, es que tú no entendiste”. La cosa se pone como Apollo Creed después de agarrarse a guamazos con Ivan Drago si nos enrolamos en estas discusiones. Siono razaaaa…
Lo único cierto es que todos deberíamos saber cómo cuidar a nuestra comunidad y el buen manejo de la información es vital para lograrlo.
¿Ya me vas a fiscalizar mis tuits, tío Presno? No, hay que tener cuidado con la censura y la autocensura. De por sí tenemos a la policía de la información “woke” respirándonos en el cuello, a los que critican desde el privilegio de no vivir ni entender un conflicto de raíz y a los que solo quieren ganar una discusión. Como usuarios/marcas, pensamos que nuestra opinión cuenta y es importante compartirla, pero hay que echarle cabeza.
En mi experiencia, he manejado varios ataques sistemáticos en redes para marcas de todo tipo. Cada vez que hablo con los clientes, son aquel tío Presno en la primaria: todos angustiados, con ganas de largarse a otra galaxia o por lo menos, tener un botón rojo que destruya todo el planeta con una bomba nuclear.
La raíz de estos problemas viene de buenas intenciones. Se entiende, porque todas las marcas quieren caer bien y estar en la coyuntura. Pero, no siempre dimensionan el posible impacto.
Para lidiar con estas broncas, si dirigen una marca o trabajan para ella, tomen en cuenta los siguientes puntos:
- No hay que publicar a fuerza. Analicen los temas antes; que sean congruentes con la marca y la temporalidad.
- Si ya publicaron y si surgiera un ataque, hay que dimensionar su tamaño, el origen y el desarrollo de la crisis monitoreando continuamente, a través de Social Listening.
- Si se convirtiera en una crisis tamaño caguama, hay que armar un comité involucrando a los equipos de RRPP, de monitoreo y de comunicación.
- Establecer líneas de acción para mitigar dicho ataque.
Esto le puede pasar a las marcas de cualquier tamaño, incluyendo organizaciones, personas públicas o cualquier entidad en digital. Solo que hay que tomar acción, asumir responsabilidad y no quedarse como el meme de Wendy, haciendo cara de “qué oso”.
Hablamos pronto.