Aquel auditorio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jalisco, estaba a reventar. Como cada diciembre, la llamada fiesta de los libros había reunido a grandes intelectuales y escritores hispanohablantes e internacionales en la Expo Guadalajara. Pero aquel 3 de diciembre del 2011 era distinto. La carrera por la presidencia de la República había comenzado y los virtuales candidatos a la silla del águila estaban obligados a hacer acto de presencia en todos los eventos nacionales. Y esta gran reunión cultural no podía ser la excepción. El precandidato por la coalición Compromiso por México (PRI-PVEM) Enrique Peña Nieto, presentaba su libro “México, la gran esperanza”. Terminó su exposición.
Algunos de los periodistas ahí reunidos le realizaron preguntas al relamido e impecable precandidato, siguiendo la línea que marca el protocolo. Fueron cuestiones sencillas, quizá ensayadas con anterioridad, que versaron sobre su visión del futuro nacional y sobre política en general. Hubo aplausos y flashes al por mayor. Cuando todo indicaba que el acto había llegado a su fin con gran éxito, un periodista de un diario español pidió la palabra: «Y la última pregunta es más fácil…», supuso ingenuamente el reportero, «…en el marco de la Feria Internacional del Libro en que estamos, ¿qué tres libros han marcado su vida personal y política?». Dicho esto, aquel transatlántico llamado Peña Nieto chocó contra un gran iceberg. Lo consecuente ya es historia. Todos sabemos qué fue lo que pasó.
Una vez conocida la pifia de Peña Nieto en Twitter, ardió Troya para el candidato.
De inmediato, surgió el Trending Topic (Tema del momento) bautizado #LibreríaPeñaNieto. Los cibernautas se encargaron de comerse vivo al candidato con una serie de mofas y chistes. Sin lugar a dudas, este hecho marco la carrera electoral y la vida presidencial de Peña Nieto, convirtiendo su imagen de hombre correcto en la caricatura de un hombre ignorante y carente de capacidades intelectuales.
En tiempos de Twitter, los políticos no pueden darse el lujo de cometer errores. La imagen de un personaje público pende de un hilo frente a los millones de usuarios de las redes sociales. Sólo basta un error –por más minúsculo que sea– para que el destino de un candidato presidencial se vea destrozado por el poder de ciento cuarenta caracteres que vuelan a la velocidad de la luz en el ciberespacio. La tragicómica #LibreríaPeñaNieto fue la puerta de entrada del ahora presidente de México a esta red social.
Desde los años cincuenta, cada vez que el Señor Presidente cometía un error durante un mitin, los reporteros y periodistas testigos eran obligados a guardar silencio para mantener impecable la imagen presidencial. El mundo era ciego cuando el presidente se equivocaba. Hoy por hoy eso ya no existe, hasta nos parece ridículo. Ahora todos tenemos una cámara de televisión en la palma de la mano. En tiempos de Twitter, los ciudadanos fungen como «periodistas civiles» que informan a cada segundo sobre el acontecer nacional.
Twitter es una herramienta que ya ha hecho historia por su influencia en el acontecer público. La sociedad tiene ya la ventaja del acceso a las tecnologías de la información de 140 caracteres.
La revolución tecnológica llegó al siglo XXI para cambiar radicalmente la política, el activismo social, las campañas electorales, la economía y, por consecuencia, el poder. No cabe duda que herramientas sociales como los SMS, Facebook y Twitter contribuyeron crucialmente en la actividad política y social.
Twitter es una plataforma que ha logrado posicionar a grandes líderes durante periodos democráticos y, de igual forma, ha logrado derrumbar regímenes dictatoriales de más de treinta años. Tal fue el caso de lo acontecido en Túnez, Egipto y Libia durante las manifestaciones de la Primavera Árabe 2010. La constante actividad de los usuarios de redes sociales, aunado a las protestas en las calles, derrocó a Ben Ali en Túnez, a Hosni Mubarak en Egipto, a Muamar el Gadafi en Libia y a otros gobernantes déspotas de quince países que se contagiaron con los movimientos prodemocráticos organizados por distintos sectores de la sociedad civil desde la comodidad de sus casas.
Aunque los estudios del United States Institute of Peace determinaron que Twitter «no desempeñó un papel significativo ni en la actuación colectiva en el interior de los países ni en la difusión regional» de las revueltas, la verdad es que dichas revoluciones comenzaron a gestarse virtualmente en las entrañas de la red para después concretarse en la realidad palpable.
En la actualidad, gracias a la facilidad y rapidez con la que se transmite información, la población ha comenzado a dudar de la credibilidad de sus gobernantes; cuestionando si aquellos que ostentan un cargo público son dignos de su confianza.
Cada vez son más los ciudadanos que se unen a las redes sociales, mismas que les proporcionan nuevos valores cívicos, generando en ellos conciencia en torno a las opciones que tienen a la hora de elegir a un gobernante, así como al tiempo de calificar su actuación durante su mandato.
En el ámbito electoral, las redes sociales han influido de tal manera que el proceso democrático ha visto un cambio marcado en su estructura. Las elecciones asumen que los ciudadanos informados asisten a las urnas para elegir la mejor opción, según su juicio. Suponiendo que es cierto este postulado, entendemos que las redes nos proveen ahora de valiosa información para emitir el voto. Las redes sociales nos permiten saber, en un solo click, quiénes son los candidatos, cuál es su currículum, qué proponen y cómo planean cambiar la realidad de nuestro país.
Sin duda alguna, la aparición de las redes sociales ha facilitado la tarea de los ciudadanos.
En el caso mexicano a dos años de elecciones, ya varios nombres figuran en la lista de los presidenciables. Y son estos mismos hombres y mujeres cuyos nombres podrían estar en las boletas electorales. Todos ya se han encargado de pulir su imagen en redes sociales, especialmente en Twitter.
Ya surgieron personajes como Margarita Zavala, Ricardo Anaya, Rafael Moreno Valle, por el PAN; Manlio Fabio Beltrones, Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong, por el PRI; Andrés Manuel López Obrador, Miguel Ángel Mancera y Gerardo Fernández Noroña, por los partidos de izquierda; y Jaime Rodríguez El Bronco, Pedro Ferriz de Con y Denisse Dresser, como independientes. En sus cuentas personales de Twitter es evidente que luchan contra la opinión pública para comenzar a amasar su imagen y proyectarla al futuro con intenciones de ocupar la oficina que actualmente ocupa Enrique Peña Nieto.
Lo cierto es que aún no hay claridad sobre quién podría candidatearse en los próximos años. Lo que es evidente es que Twitter servirá como un radiógrafo para vislumbrar la evolución de estos servidores públicos y periodistas que pretenden buscar la presidencia de México.
Los políticos, hoy día, prescinden de asesores expertos en redes sociales para ganar elecciones y mantener a raya sus administraciones. Estar presente en Twitter, Facebook, Snap Chat, YouTube y demás medios de comunicación digital, ya es necesidad, no opción. El Poder, en tiempos de 140 caracteres, ha cambiado; los «poderosos» no pueden quedarse atrás en esta ajetreada carrera tecnológica.