Cada vez que hay una elección política es lo mismo. Desde hace algunos años ya adquirimos la costumbre de estar siguiendo las estadísticas de las elecciones.
Sin embargo, nos explota la cabeza al ver que alrededor de tanta numeralia hay como 360° de resultados que no coinciden. Y al final de cuentas, los resultados no tienen que ver con ninguno de los pronósticos arrojados. Hay muchas razones, algunas evidentes, por las que eso sucede. Y hay otras que quizá jamás descubramos.
Sin pretender aburrir a nuestro apreciadísimo lector con tecnicismos, vamos a tratar de explicar algunos conceptos básicos con peras y manzanas que aplican a la inminente votación en la República Mexicana.
La muestra
Lo primero que hay que ver es entre cuántas personas y qué tipo de personas se levanta la encuesta. La muestra de una encuesta electoral válida debe diseñarse en la misma proporción al padrón electoral. Mayor o menor cantidad proporcional en algún grupo o rango invalida la legitimidad de los resultados. La palabra clave es ENCUESTA.
Todo lo que no corresponda a lo descrito en el párrafo anterior se llama SONDEO. Sus resultados pueden orientar y ayudar a medir algunas tendencias, pero no es un termómetro que se deba tomar en serio.
La fuente
Éste entonces se convierte en el factor clave de credibilidad y exactitud.
Si, por ejemplo, un periódico hace una encuesta entre sus suscriptores, sus resultados aplican sólo a ese grupo (y eso a los que quieran contestar). Por lo tanto, su validez no es aplicable al total de los electores del país, sino sólo al total de los registros de suscripción del periódico. Sus resultados no se pueden considerar una tendencia electoral nacional.
Ésta es la principal razón por la que existen tanta variación en los resultados de las diferentes “encuestas” que se publican: cada reporte está basado en muestras no comparables. No es lo mismo una muestra de El Financiero, que una de Televisa, que una de algún partido o que la que levanta Mitofsky en Facebook que, estrictamente, tampoco es proporcional al padrón electoral.
La geografía
En México, cada zona que esté siendo investigada va a tener una fuerte carga de preferencias locales por cuestiones políticamente históricas, por tendencias culturales e idiosincráticas de fuerte arraigo, por su situación económica, y por la proveeduría de servicios públicos, entre otros aspectos. El territorio mexicano parece tener varios países dentro de una sola nación al grado de que hablamos diferente, comemos diferente y pensamos diferente.
Dos aspectos importantes a tomar en cuenta:
1. En la próxima elección de México del domingo 6 de junio, los analistas han dado algunas cifras que a la gente común se le podría complicar interpretar si no se le explica. En esta ocasión en particular, todos estamos ávidos de saber cuál va a ser el resultado de un partido del país y eso es muy complejo para una sola encuesta y tantos partidos. Esta elección está ampliamente pulverizada en estados, ciudades y municipios. Y el votante de cada región tiene sus propias peculiaridades. Un resultado global es sólo un promedio y su margen de error es amplio.
2. Las encuestas que se publican tienen algunos intereses creados si no son estrictamente proporcionales al padrón nacional. Los intereses recaen en el diseño de la muestra, como ya vimos. No es que los encuestadores falseen sus reportes. Simplemente es que, por ejemplo, el periódico que publica tiene el interés y el compromiso entre sus suscriptores de la zona a la que pertenece. Mientras tanto, un partido X puede contratar a una agencia investigadora y le pide que entreviste a sus afiliados en una zona específica del país, incluso la Ciudad de México, donde los resultados de sus estudios con frecuencia pretenden proyectarse al resto del país.
El elector
El otro factor que complica la posibilidad de predecir resultados de una elección es la psicología del votante. Es un factor tan complejo y tan poco predecible, que ningún país ha sido capaz de solventar este aspecto, aunque la muestra esté científicamente diseñada y la fuente sea la más solvente del país.
El comportamiento de una persona que participa en un estudio de mercado varía enormemente entre un estudio de productos de consumo y una encuesta política. Aquí algunos hechos contundentes:
1. A muchas personas no les gusta compartir su preferencia política con un desconocido (el encuestador) o es algo que quieren guardarse para sí mismos. Esto provoca que la gente mienta o que simplemente se niegue a contestar ciertas preguntas.
2. Está comprobado que una altísima proporción de la población define su voto en la urna. Este tipo de elector no va a dar una respuesta válida al contestar el cuestionario porque ni él/ella sabe por quién va a votar. Hasta que se encuentra con la casilla con marcador y formato de voto en mano finalmente se siente forzado a definir algo que tres segundos antes todavía tenía en duda.
3. Este ciudadano, además, puede no acordarse de su voto en la entrevista de salida de la casilla, o quizá aquí también decida mentir.
4. No se sabe a qué grado, pero existe el sesgo de confirmación que es una especie de prejuicio de rebaño que tiende a inclinarse al candidato más popular. Por ejemplo, en el caso se Enrique Peña Nieto en las elecciones de 2012 en México, muchas personas votaron por él porque estaban convencidos que iba a ganar y entonces votar por alguien más sería un desperdicio.
El panorama de estas elecciones no se ve nada halagüeño. Mercadológicamente ha sido un reto total y absoluto. Las encuestas nos tienen plantean un panorama impredecible. Pero ya ni hablar de la parte de la comunicación. Los niveles de calidad de ejecución y de contenido han dejado mucho qué desear. Parece ser que el decoro y la estrategia son cosas del siglo pasado.