En los últimos tiempos, la creatividad publicitaria ha tomado un camino peligroso: Lo fácil, lo barato y lo efímero como primera herramienta.
Nadie filma, pocos graban, todos usan pistas sonoras, videos y fotos de librería y, a veces, ¡hasta los textos-ejemplo se “fusilan”!
En aras de una pretendida (y, desgraciadamente, muchas veces real) economía, las campañas realizadas en base al trabajo ajeno, cada vez son más comunes.
Los presupuestos reducidos… y las mentalidades ídem, no dan para más.
Las estrategias parecen de receta; los directores de arte ya no dibujan (menos si se trata de figura humana); los planners, integran sus propuestas de medios a base de corridas armadas en el área de sistemas, a través de programas rentados; los verdaderos directores están ausentes en las producciones (que se hacen hasta con un teléfono… para ahorrar); todos usan música de stock; pocos recurren a locución verdaderamente profesional; las agencias están plagadas de personal sin experiencia y muchas veces sin la preparación adecuada; y los redactores generan contenidos solamente “tal y como se habla en la calle”. La banalidad en los anuncios publicitarios es cotidiana y notoria.
El trabajo creativo con esfuerzo es cosa del pasado… o un exotismo propio de la cultura japonesa, en el mejor de los casos.
Y el resultado final, son pastiches de stock que parecen armados por el Dr. Frank N. Stein.
La intrascendencia ronda… y espero que no haya llegado para quedarse.
¿Exagero? En este momento haga memoria de 3 campañas actuales que recuerde… y de ellas, 1 que le haya motivado a comprar.
¡Feliz Navidad! Mucha salud y que en 2021 no falten motivos para sonreír (…y ojalá uno de ellos sea publicidad bien hecha).