Ahora resulta que escribir autobiografías, libros o aparecer en artículos de revistas de líderes, proliferan en tiempos preelectorales y que es tan redituable escribir que hasta les da la posibilidad de llenar las avenidas de las principales ciudades y carreteras del país para anunciarse en múltiples espectaculares.
En mi trayecto carretero entre la Ciudad de México y Cuernavaca, conté más de 30 anuncios que muestran a los políticos en cuestión, cuyos nombres y fotografías no pienso compartir para no darles más reflector, en los que se anuncian como supuestos intelectuales que pueden dar cátedra de honestidad, liderazgo, ejemplos de vida, filosofía y bondad a través de sus libros (que seguramente fueron escritos por escribanos fantasma para elevar el ego de estos personajes). Me pregunto si realmente algún incauto caerá y comprará alguno de estos “libros” o si de verdad la gente es tan ingenua para pensar que realmente tienen algo que aportar a la sociedad.
En un país en el que los libros de texto gratuitos de la SEP son altamente cuestionables por sus múltiples errores ortográficos, imprecisiones y su ideología cuatroteísta que pretende adoctrinar a las nuevas generaciones, así como el bajo nivel de lectoescritura que presenta México entre los países que conforman la OCDE, resulta una completa farsa promoverse como escritores seudointelectuales que van a inspirar a las personas a través de sus historias “ejemplares”, a otro perro con ese hueso, pues no hay forma más sínica y burda que disfrazar la propaganda con esta fachada de supuestos escritores.
Lo que es una realidad es que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, ya decía el gran escritor francés, Víctor Hugo, “Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consciente, hay una cierta complicidad vergonzosa”, por ello más que escaparates publicitarios que se burlan de nuestra capacidad mental, necesitamos ciudadanos informados y críticos para exigir que los políticos generen propuestas bien fundamentadas y que no obtengan nuestros votos tan solo porque su nombre o su cara se ha quedado impregnada en nuestra memoria por la saturación de los anuncios espectaculares que contaminan nuestro entorno.
Sin duda, en México nos hace mucha falta promover la lectura, así como abrir espacios para democratizar la educación, publicar textos en lenguas de los pueblos originarios y estimular a las nuevas generaciones para que tengan un pensamiento crítico, no necesitamos “libros fachada” que en nada contribuyen a mejorar el rezago educativo de nuestro país.
Me despido con la frase de Jacinto Benavente “Los pueblos débiles y flojos, sin voluntad y sin conciencia, son los que se complacen en ser mal gobernados”.