La locura, en sus palabras salvajes e indomesticadas, proclama su propio significado; en sus quimeras pronuncia su verdad secreta.
Michel FoucaultEl 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental; esta iniciativa tiene por objetivo visibilizar e incrementar la conciencia de los problemas de salud mental en el mundo y de igual modo promover y detonar esfuerzos de apoyo en términos de atención y cuidado de los problemas o diagnósticos asociados.
El tema es evidentemente interesante y es doblemente agenda debido a las implicaciones y modificaciones que han generado el aislamiento, el encierro, la incertidumbre, la angustia y el miedo presentes de forma destable en los tiempos que vivimos actualmente derivados de la pandemia.
Sabemos que la principal causa de problemas de salud y discapacidad en todo el mundo es la depresión. Los trastornos por depresión y por ansiedad son problemas habituales de salud mental que sin duda afectan el entorno social, personal y laboral.
La salud mental ha cobrado a últimas fechas destacada exposición, forma parte de nuestras conversaciones, se ha hecho presente su importancia, consideración e implementación en múltiples espacios incluyendo los laborales.
Incluso hemos empezado a transitar por la Norma 035 que impacta en nuestro cotidiano laboral con relación con la prevención de los factores de riesgo psicosocial, la prevención de la violencia laboral, y la promoción de un entorno organizacional favorable.
Además, la salud mental contempla el bienestar emocional, psicológico y social y determina el manejo del estrés, toma de decisiones e interacción con el entorno.
Existe una angustia provocada y exacerbada por la nueva realidad. Este fenómeno de confinamiento/aislamiento (físico o mental) impide un seguimiento acucioso de la salud mental de los equipos de colaboradores y es desde ese lugar que se toman decisiones y se generan estrategias.
La sobreinformación ha provocado deseos de diagnósticos médicos como explicaciones autocomplacientes o como posibilidad de pertenencia ante los cambios abruptos en la cotidianidad.
Esta nueva visibilidad si bien genera espacios de conversación sin estigmatización también ha generado confusión a partir de los vacíos de información que plantean como sinónimos padecimientos muy diferenciados.
A partir de ello cabe preguntar: ¿La salud de las marcas considera a la salud mental? ¿La salud de las marcas está sustentada -entre otras cosas-, en el respecto/consideración de la salud mental de los consumidores?
Durante años nos hemos dedicado a medir la salud de las marcas y a generar indicadores relevantes para el diagnóstico puntual, el descubrimiento de áreas de oportunidad y la elaboración de estrategias correctivas o potenciadoras.
Solemos apuntar e indagar con respecto al liderazgo, el compromiso, el nivel de atractivo, la diferenciación y la satisfacción que una marca genera para con su entorno; tenemos indicadores para incluso segmentar las opiniones.
Valoramos al equity de marca como el capital y patrimonio que permite el establecimiento de conexiones funcionales/emocionales y la resonancia/amplificación de experiencias positivas, negativas o neutras.
Dedicamos múltiples recursos, empleamos diversidad de herramientas, nos mantenemos en constante movimiento -más recientemente involucrando marketing technologies cada día más sofisticadas-, para monitorear las menciones, presencia, narrativas, juicios y prejuicios asociados a las marcas.
Hemos aprendido que la tangibilización de conceptos como posicionamiento y reputación nos permite entender si una marca es saludable o no. También hemos podido integrar mediciones hacia el interior de las compañías que explican el impacto directo que tienen la selección/atracción de recursos y el talento humano involucrado en el desarrollo de marcas exitosas y por ende saludables.
En este tipo de análisis es pieza fundamental la comunicación y la construcción de mensajes. Finalmente, la salud de una marca supone un sistema integral que está integrado por múltiples aristas.
Ahora bien, una marca saludable ¿Se plantea mensajes que lo sean? ¿Se preocupa por la salud mental de sus colaboradores? ¿Respeta e integra la salud mental de sus consumidores?
¿Es factible/pertinente considerar a la salud mental como pilar de las estrategias de marcas, productos e interacciones de ida y vuelta con los consumidores?
Quienes nos dedicamos a la medición de la salud de las marcas o a la construcción colaborativa de nuevas marcas, ¿consideramos a la salud mental dentro de nuestra labor como investigadores/consultores o simplemente nos limitamos a un análisis del estado en el que se encuentra una marca, la monitoreamos, la medimos, comparamos indicadores para detectar fallas destacando impacto comercial, preferencia, aceptación, captación/retención y notoriedad?
Quizá habría que hacer una profunda y clara reflexión con respecto a las implicaciones de la salud mental en la consolidación de una marca saludable -una marca empática, inspiradora, respetuosa y congruente-, en términos de su comunicación y todos los espacios de interacción. Eso sin duda es plantear la provocación al cuadrado.
Por: Ximena Bache – Socióloga que pasó al lado oscuro de la fuerza hace más de 20 años; haciendo, desarrollando y gestionando proyectos de investigación mercados y consultoría en México y Latinoamérica. Con expertise en branding, innovación/ideación, imagen/posicionamiento, semiótica, etno-netnografía y diseño de estrategias en marketing. Amante de las letras, la tinta y el teatro… practicante y maestra de yoga.