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Soberbia Mediática Digital en 2022

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En esta columna me voy a ir contra los influencers de todo tipo. Así que agárrense, lectores de altura, porque no solo voy a hablar de los personajes en redes que se dedican a pedir cosas gratis a cambio de grabar videítos de un unboxing. Sino también de los Elon Musks, los Zuckerbergs, y también los AMLOs (¿por qué no?), los Infantinos y su rancia FIFA.

Y es que el cierre del 2022 trae toda la adrenalina que le falta al Mundial de Catar (en términos futbolísticos, sí, te estoy hablando de la Selección Mexicana).

Estamos en medio de una pelea de cantina con figuras públicas que buscan a como dé lugar ganar terreno mediático con cuanta burrada se les ocurre. 

Es chusco, pero la realidad es que, a través de sus decisiones y acciones, traen a todos más inseguros que los pasajeros de la Línea 12 del Metro en CDMX por su falta de congruencia. Van unos ejemplos:

Catar: se supone que el Mundial de fut es un evento de unión (otra vez) mundial. En los partidos, está prohibido el grito mexicano “¡Eeeeeh, p*to!”, pero la FIFA le dio la sede a un país donde la homosexualidad está penada.

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Marcha AMLO: se la vive recortando presupuestos para diferentes programas, pero se gasta cientos de millones de pesos (que por cierto, provienen de impuestos recaudados durante una crisis post-pandémica), para opacar una marcha que defiende un órgano neutral para proteger “al pueblo”.

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Elon Musk: quiere regresar a las cuentas que anteriormente se “cancelaron” para apoyar la libre expresión, pero desactiva cuentas que lo critican.

O qué tal que para rescatar su inversión en Twitter, despide a más de la mitad de sus empleados, pero ahora no tiene suficiente personal para mantenerla aceptablemente funcional y seguir impulsando su “libre expresión”.  

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Zuckerberg: está invirtiendo toda su lana y recortando personal con tal de ser el pionero de un concepto tan abstracto como el Metaverso que es impagable (como creador y como usuario), pero está diseñado “para todos”, como originalmente era Facebook.

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La lista sigue; los empleos, los contratos, la lana, la sensatez se están acabando más rápido que las chelas en los hospitalities de los estadios en Doha. 

Lo preocupante, es que a menor escala esta forma de actuar y decidir también sucede con los otros tipos de influencers (los de los unboxings). Sin subestimar a los clientes, pero algunos no le saben bien y terminan invirtiendo una lanota en estos personajes, esperando resultados irreales.

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Traten de seguirme el paso con este ligero cambio:

En varias ocasiones he platicado con prospectos interesados en contratarlos. Desafortunadamente, los siento perdidamente idealistas. Porque esperan que estos personajes solucionen con sus contenidos toda una estrategia, ¡vamos! hasta sus problemas maritales (casi, casi).

Veo dos grandes problemas: 

  1. No todos los influencers son transparentes con sus resultados, a pesar de sus promesas.
  2. Estas no son estrategias. Son tácticas y si no se planean bien o se complementan con otros esfuerzos, resultan ser efímeras, caras e inciertas; dando resultados (generalmente) negativos o poco satisfactorios.

A veces, es complicado disuadir a los clientes, pero tenemos juramento hipocrático marketero y en Social Listening (especialmente WatsonData), hacemos los siguientes pasos cuando llegan estas solicitudes:

  1. Le pedimos analizar si es el único esfuerzo que deberían realizar mostrándoles Best Practices de otras marcas, a través de investigación especializada y nuestro expertise.
  2. Los ponemos en los zapatos de sus clientes, ya sea a través de investigación digital o un workshop para que se cuestionen si realmente comprarían su producto solo porque una figura pública (llámese influencer) se los recomendó.
  3. Hacemos un análisis de reputación de los influencers más afines a su marca y estrategia. 

Y esto, queridos lectores, lo hacemos solo para que los clientes dimensionen aquello que idealizan, pero enfrentándolos con datos reales.

En nueve de cada diez casos, nuestro método funciona. Se dan cuenta cómo estas figuras (influencers y demás) solo funcionan para una parte de su estrategia.

Y si me preguntan, me encantaría que todos, en la vida cotidiana, hicieran este mismo ejercicio, pero con las figuras públicas que apoyan, siguen o admiran. A ver, díganme algo: siendo empresarios de sus propias vidas, ¿apostarían todo por ellos haciendo lo que hacen y dicen? Solo consideren que empleados (familias), presupuestos y la reputación están de por medio.

Nos leemos pronto.

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