Fría Neutralidad
Creo que Suiza —la Confederación Helvética que es su nombre oficial— es uno de los países que nosotros como habitantes de una república aguacatera, tendemos a admirar más debido a lo que representa.
Aunque a este país solo lo han visitado una minoría de mexicanos, para casi todos mantiene una especie de misticismo que lo marca como un lugar donde la puntualidad, el orden así como el respeto a las leyes son la norma de la vida diaria. Nosotros, acostumbrados como estamos al desmadre tropical, lo vemos como una especie de meta, de objetivo como nación (aunque ahora sea Dinamarca el país que el gobierno se empeña en poner como el marco de referencia).
Para el tercermundismo aspiracionista, Suiza es la panacea.
Sin embargo, esta imagen de orden no está implantada exclusivamente en nuestras psiques del Anáhuac; para casi toda la gente que habita en los países de segunda línea, Suiza es una garantía de calidad y, si no lo crees, estimada lectora, estimado lector, haz un pequeño recuento de la cantidad de marcas que utilizan símbolos suizos —o de plano el propio nombre del país— para demostrar la calidad de sus productos.
Swatch, Victorinox, Tissot, Wenger y toda una plétora de nombres llevados por los productos más diversos, tienen en su imagen ya sea la bandera del país o elementos de su cultura.
La gran mayoría de los consumidores nos quedamos con la imagen idílica de la Suiza con vaquitas, montañas nevadas, neutralidad, adorables niñas cantoras así como maestros relojeros. Nos olvidamos de los temas oscuros que la nación alpina, como todas, tiene que cargar a pesar de ese factor “buena-ondita” que le atribuimos en latitudes más rupestres.
Es fácil olvidar el contubernio con los nazis alemanes, los millones de cuentas “olvidadas” de personas que perecieron en los campos de concentración, así como los grandes beneficios que atrajeron a políticos y personalidades de dudosa reputación para mantener sus fortunas en las arcas protegidas del secretísimo sistema bancario suizo.
En fin, el que esté libre de cualquier pecado…
Escribo toda esta perorata (si ya me conocen, pa’que me leen) porque me llamó mucho la atención el tema del pleito de Mondelez, la empresa que fabrica el Toblerone con el gobierno suizo; de como la marca de chocolates tendrá que eliminar los principales elementos de su imagen que le brindan el codiciado respaldo de la calidad suiza.
Pecados de chocolate
Todo comienza al momento en que la firma anuncia sus planes de abrir una nueva planta productora en la vecina Eslovaquia. Con esta pretende complementar su producción ya que las ventas de sus productos van al alza.
El problema radica en que Suiza cuenta con una ley que establece que, si uno pretende usar símbolos nacionales o de la cultura local, el producto tiene que estar hecho en un cien por ciento con leche del país.
La fábrica de chocolate Toblerone se instaló en Berna desde 1908, aunque sólo fue hasta 1970 cuando comenzó a utilizar la imagen triangular del Monte Cervino, también conocido como Matterhorn —silueta que muchos asentamos en nuestro subconsciente colectivo luego de visitar Disneylandia—.
Pues es esa precisamente la imagen que deberá retirar Toblerone junto con la de un oso que, como muchos lo saben, luego de seguir una liga que decía “51 Cosas que no sabías de tus marcas favoritas”, se encuentra embebida en la montaña y es una copia del que aparece en el escudo de Berna. El texto del empaque también sufrirá de cambios: la leyenda que dice “Toblerone de Suiza” ahora deberá de decir “Fundada en Suiza“.
Nada exigentes, estos suizos a los que alguien ha calificado de ser demasiado “policiales”.
Toblerone se encontraba apenas recuperándose de una catástrofe mercadológica luego de que, por motivos de costos, se decidiera colocar menos triangulitos en cada chocolate, haciendo más grandes los espacios entre estos, idea que parecía más bien salida de un estratega de la 4T.
Así que, la próxima vez que te encuentres en un Duty Free a punto de comprarte un Toblerone del tamaño de un retén de la ciclovía, checa que a lo mejor ya no incluye a la montaña suiza dentro de su imagen debido a que el chocolate ya no es producido en su totalidad en la pura y transparente Suiza. Han tenido el atrevimiento de llevar estos sacrosantos símbolos a Bratislava, ciudad habitada por eslovacos de dudosa calidad moral.
¿Afectará esta medida a las ventas de la marca?
Lo dudo mucho. La caja prismática amarilla ya es ícono suficiente para reconocer la marca y el producto, aunque le quiten la montaña y el oso. Creo que las autoridades suizas se hacen más daño a si mismas que a la propia firma que ya tiene una consolidación de décadas en la mente de millones de personas.