Los superhéroes se inventaron para admirarlos e inspirarnos, pero olvidamos que ellos también “godinean” porque de algo tienen que vivir.
Supermán y Spiderman eran periodistas, Bruno Díaz y Tony Stark eran empresarios.
Lo rescatable -a título personal- es que sus dobles vidas tenían una gran afinidad: hacer un bien, cosa que los hace congruentes a pesar de todo.
De chavito, cuando me preguntaban qué quería ser de grande, yo decía que quería ser ingeniero de música (por una caricatura llamada Mask que me gustaba mucho), psicólogo como mi mamá o artista. A dos de esas tres opciones, me medio acerqué, eventualmente. Fiuhhh…
¿Se imaginan qué respondía Marylin Cote de chiquita? ¿I am doctorrrr?
Allá, en 2007, cuando incursionaba en el maravilloso mundo de la Investigación de Mercados, también desarrollé un interés especial por el mundo digital, porque para ese momento, internet ya era una herramienta que cobraba cada vez más fuerza. Gracias a él, Obama ganó la reelección; y más adelante, los “peñabots” dominaron las tendencias del finado Twitter.
No hay sorpresa, las Redes Sociales tienden puentes entre los usuarios y estas figuras, porque los desmitifican y humanizan, pero también logran acercarlos con otras figuras desconocidas que buscan fama pero que les parecen más aspiraciones porque vienen “de más cerca”.
En esa época, me empecé a llevar con varios personajes incipientes en aquel mundo de la “influencia” y, más que interesarme en su ingenio, me intrigaba conocer quiénes eran realmente.
Vi de todo: desde chavos ignorados por sus papás, pero con mucha lana y tiempo libre; hasta aquellos que a pesar de no tener ni un centavo, tenían una idea “brillante”.
Con la mayoría, debo aceptarles, queridos lectores, que la experiencia fue tan decepcionante como ver a la “Niña Araña” en la feria del pueblo.
Con sus debidas excepciones, para varios, su prioridad era estar en redes para volverse famosos y ganar lana para vivir en un constante estado de hedonismo; cosas aún atractivas para las nuevas generaciones. Nada que ver con lo que publicaban…
“With great power comes great responsibility”.
Así le dijo el tío Ben a Spiderman y creo que aplica como recordatorio para los que buscan tener cierta influencia o fama en redes y vivir de ello.
El problema es que la mayoría no logra mantener al 100% (y a largo plazo) su narrativa si es inventada. La marca personal tiene que ser congruente con ellos y debe de tener un verdadero propósito (chequen el Círculo Dorado de Sinek). Y si nos vamos más a fondo, las redes no son el único “qué”, considerando ese esquema.
¿Y los riesgos de no hacerlo, tío Presno?
Los usuarios son más listos de lo que aparentan, especialmente cuando se apasionan con un tema. No por cualquier cosa, la popularidad de la YouTuber VEGANA llamada Rawvana se fue al suelo cuando la cacharon comiendo pescado.
O qué me dicen de la ya olvidada La Mars que se hizo famosa con su manifiesto en contra del sistema educativo y que hoy sobrevive vendiendo fotos en la Página Azul.
Y ahí les va otra menos famosa: en mis primeros años en CDMX, una escritora y fotógrafa inventada, que se tomaba fotos sexies que no era amiga mía, sino de mi pareja en ese momento, nos contó que se estaba ligando por internet a un productor de tele muy picudo y quería invitarlo a mi casa a beber unos tragos, “a ver qué pasaba”.
El ingenuo productor llegó, la escaneó, y cuando se dio cuenta de que fue “catfisheado”, huyó más rápido que el mismísimo Flash. Lo feo de esta anécdota es que no fue la primera vez que presenciamos ese desafortunado evento.
Johnny, la gente está muy loca
Lamentablemente, inventar narrativas, comprar likes o seguidores sigue -y seguirá- siendo una práctica común entre los que buscan ser la siguiente Marylin Cote.
Afortunadamente, no hay gente tan retorcida, que quiere hacer algo auténtico y qué mejor que se apoyen en asesores (como aquí su Charro de la Pluma) para construir esa indispensable congruencia entre lo que ellos son y lo que la marca debe comunicar. ¡Hagamos juntos nuevos superhéroes en el mundo real!
Hablemos pronto.