Comenzaré con una anécdota. De esas de la infancia que conservo vivas con mucha más fuerza que acontecimientos más recientes; y que, creo, nos marcó a mí y a los familiares de mi generación para ser lo que hoy somos. Recuerdo a este tío, cuándo yo contaba con alrededor de 10 años; toda su vida había trabajado en el sector restaurantero y vida nocturna, en aquel entonces debe haber tenido unos 30 años (a los 10 eso te parece una vida). Era un optimista incurable, de esos de los que hace burla el resto de la gente; su primer bar lo puso cuándo acababa de terminar la universidad y en menos de un año quebró. Así desfilaron lugares y nombres durante mi infancia y adolescencia, quebraba, regresaba a trabajar al ramo, ahorraba y abría otro; así sucesivamente. La familia por supuesto no se cansaba de recomendarle dejar de invertir su dinero y esfuerzo en algo en lo que, evidentemente no le iba bien; él siempre contestaba que era una adicción.
En cada comida familiar (que eran muy a menudo) hablaba de sus nuevas ideas, y de cómo, el anterior lugar lo había preparado para uno nuevo; de esos pequeños éxitos que iba teniendo, lo increíblemente bueno que era para su trabajo (por eso sus jefes lo recontrataban una tras otra vez) y la pasión que sentía; pasión que no encontraba haciendo absolutamente nada más. Cuando yo estudiaba la universidad, por fin le llegó su momento; abrió un bar de lo más regular en este mundo (ante mis ojos), pero por alguna razón (o un conjunto de varias acertadas decisiones), la gente llegaba a raudales, lo expandió y operó por alrededor de 5 años, y cuándo éste cerró, ya contaba con varios más abiertos. La moraleja es más que obvia.
Viéndolo en retrospectiva, creo que lo que lo llevó a triunfar fue esa “adicción”. No a los restaurantes, no a la vida nocturna o a “apostar” su dinero en un establecimiento tras otro; fue esa adicción al éxito que cualquier empresario necesita para que su historia, igual que ésta, tenga un final feliz.
Cuando hablamos de cualquier adicción solemos darle una connotación negativa; sin embargo, creo que bien manejado, el impulso causado por ésta en particular no puede generar más que beneficios.
Los estudiosos lo definen cómo el “efecto ganador”. Cuándo triunfamos, nuestro cerebro segrega dopamina (el neurotransmisor del placer) y cada vez nos pide buscar más; lo que nos reta a aumentar nuestra competitividad buscando siempre ganar para obtener dicho placer. Química… disculpen si no soy una lumbrera para explicarla.
Estoy completamente seguro que todos lo hemos sentido en la vida y tal vez lo confundimos con llana satisfacción, pero cuándo te acostumbras a ganar, te exiges más y se convierte en un estilo de vida (tal como sucede con otras adicciones).
Utilicé cómo referencia una anécdota personal, pero quién no ha escuchado sobre los miles de intentos fallidos de Thomas Alba Edison antes de dar al clavo con la bombilla, o cómo el intento de hacer máscaras anti-gas terminó en los pañuelos desechables más consumidos del mundo. Historias hay por millares y todas tienen factores en común:
La perseverancia.
Pocas personas tienen la determinación para seguir adelante aun cuando el viento sopla en contra. Darse por vencido no es una opción para éstos “adictos” y esa mentalidad es vital para conseguir el éxito.
Objetivos Claros.
El éxito tiene una acepción diferente dependiendo del sujeto en cuestión; hay que tener muy claro qué es aquello que parece diseñado específicamente para uno, en lo que, además, sobresales y disfrutas haciendo.
Disfruta y comprende los pequeños logros.
No se llega al éxito sin antes conquistar “exititos”, ve los logros que te están encaminando a la consecución de ese gran objetivo y date oportunidad de disfrutarlos uno a uno. ¡Fomenta la adicción!
Cero complacencias.
No te conformes, es muy fácil pensar a mitad del camino que se ha logrado el éxito. Pregúntate constantemente si has llegado al tope que te fijaste y si puedes crecer aún más, si la respuesta es afirmativa, ¡no te complazcas con éxito a medias!
Busca el éxito en todas tus facetas.
Ya dijimos que la percepción del éxito es personal, pero no puedes descuidar otros aspectos de la vida por perseguir al 100 % el éxito empresarial. Sube a la carreta todo aquello que engloba el éxito para ti y jala parejo.
Cuando decides emprender, debes estar consciente del trabajo y los riesgos que ello implica. El éxito no es una casualidad y tú puedes alinear los factores correctos para encausar tu camino. Aprende a ganar una vez tras otra y vuélvete un adicto al éxito.