La varita mágica para cancelar a alguien brilla con todo se esplendor. No importa qué digas, cuándo lo digas o a quién lo digas, siempre habrá alguna persona ofendida que busque no atacar el mensaje en sí, sino al mensajero hasta llegar a las características físicas de la persona que emitió el mensaje, todo con el firme propósito de desacreditar y cancelar a la persona en cuestión hasta hacer que cierre sus redes o las haga privadas y evitar así, que la gente escarbe en opiniones expresadas diez años atrás y que muy probablemente no reflejen la forma de pensar de esa persona en la actualidad.
Twitter es la principal red social en donde el dedo de la cancelación sucede todos los días. Esta especie de guerra civil que se vive ha llevado a personas que antes tenían cosas en común, a volverse dos completos enemigos.
Hay temas que evidentemente no se tratan de opiniones sino hechos como la violencia de género, el abuso sexual, el maltrato animal y muchos otros. Pero en otros casos son simplemente una opinión personal en la que esta guerra de narrativas busca imponer una verdad sobre la otra.
En epistemología, el concepto de verdad se construye a partir del conocimiento que tenemos sobre el mundo que nos rodea y expresa las cosas como son en realidad. Esa experiencia construye el discurso sobre lo que creemos que es verdadero.
El problema está en que cualquier cosa que uno diga está mal a los ojos de la persona que no comparte nuestra visión del mundo. Es tachada por ejemplo de clasismo, sin importar el tema del que se trate o si de nuestro color de piel es blanco, moreno o verde, no importa, si acaso tienes algo diferente a los demás ya eres privilegiado y entonces ese privilegio no te da el derecho a opinar.
Perseguir socialmente a las personas hasta destruirlas únicamente porque opinaron que les gusta Rosalía, Chabelo o Barbie, me parece un exceso.
Detrás de una pantalla y a través de 280 caracteres es muy fácil cancelar a alguien cuya opinión no consideramos válida sin escuchar sus argumentos, esa avalancha de críticas sin sentido nos muestra cómo personas poco tolerantes y cerradas. Y eso es lo que supuestamente buscábamos combatir.
Si a lo anterior le sumamos que la política y los políticos se han encargado de dividirnos en dos bandos y nos autodenominamos jueces de lo correcto e incorrecto, las cosas se ponen todavía peor.
Y todo eso nos hace que quitemos nuestra atención sobre cosas más importantes y más urgentes de atender como por ejemplo el rumbo de nuestro país.