La cultura se extiende a cualquier objeto que sea dotado de significado. La música, la danza, la pintura, son representaciones culturales de una época y momento determinado.
En nuestros días, cada cierto tiempo surge un ícono artístico en la que la fama que alcanzan se ve alimentada por su genuino talento, una pizca de suerte y mucha estrategia de mercadotecnia.
Se convierten en objeto de culto y modelo de referencia para toda una generación que los ve surgir sin importar edad, lugar de origen o idioma de su nuevo público.
Dicen que el gusto se rompe en géneros y mientras para un grupo social un artista no representa “cultura”, hay otro grupo que lo reconoce y lo enmarca como un impulsor de cambios sociales.
El desarrollo de la comunicación cambió con la globalización, lo cual ha permitido la difusión trasnacional de la información, cruzando todas las fronteras e idiomas para llevar a los nuevos artistas hasta el último rincón del mundo, o casi.
Así, surgen personajes como Benito Antonio Martínez Ocasio, mejor conocido internacionalmente como Bad Bunny, quien en 2021 ganó 10 Premios Billboard.
Con un look desenfado y excéntrico, el cantante se presenta ante sus miles de seguidores como un objeto de deseo generando toda clase de manifestaciones en redes sociales.
Sus típicos fans son adolescentes y jóvenes de las generaciones Z y millennial, seguidores incondicionales y apasionados que se sienten atraídos como abejas a la miel, hacia la apropiación y reinterpretación que el artista hace de la cultura.
Y podrá caernos bien o mal, considerarlo artista o no, pero no hay duda en que es un artista que mueve masas y las compañías lo buscan para que las represente.
Con cerca de 37,8 millones de seguidores en Instagram, no es de extrañar que desde tenis hasta marcas de lujo busquen una colaboración con él para así llegar a los jóvenes.
Bad Bunny como fenómeno cultural
La semana pasada Bad Bunny generó en México gran revuelto en redes sociales debido a la preventa de los boletos para el concierto que dará a finales de año en el Estadio Azteca.
La presencia de contenidos culturales creados por el público generó presencia durante varios días en Twitter, convirtiendo en tendencia las palabras #BadBunny, #ConejoMalo, #EstadioAzteca y #Ticketmaster.
En cuestión de menos de 2 horas los boletos se terminaron y la gente no dejaba de compartir pantallas de su computadora donde mostraban en qué lugar de la fila estaban, habiendo más de 200 mil personas tratando de comprar un espacio para un lugar cuya capacidad máxima es de cerca de 80 mil personas.
Obviamente los boletos se terminaron tanto para la Ciudad de México como para Monterrey, la segunda sede donde se presentará en nuestro país.
Los memes no faltaron, tanto de los fans como de la gente que se burlaba. Y las burlas no eran solamente por no conseguir. Se trató de burlas a través de memes donde se ponía en duda la inteligencia y grado de educación de aquellos que buscaban conseguir un lugar en alguna de las fechas del concierto, cuyos boletos se terminaron en menos de 2 horas.
Con un grado de superioridad, desde siglos atrás las personas “cultas” ven con desprecio y alejadas de la verdadera cultura las manifestaciones excesivas y masivas hacia alguien o algo.
Considerado como un artista de masculinidad renovada, que se distancia de los rasgos típicos de cómo debe vestir o lucir un varón, Bad Bunny representa para las generaciones más jóvenes una revolución cultural con su propio sistema de valores.
Nos guste o no, Bad Bunny bate récords en la industria musical convirtiéndose en un icono del trap, el reguetón y la moda. Es para un gran grupo social una representación simbólica de lo genial.
¿Qué opinas?