Los santos peregrinos
Es curioso ver como a los fanáticos religiosos les encanta hacerse las víctimas y calificar de persecución y de represión el más mínimo intento de algunos por mantener lo que se conoce como estado laico.
Uno de los últimos de estos enfrentamientos se originó en un oscuro municipio yucateco cuyo gobierno fue demandado por una organización civil debido a que pretendía destinar parte del presupuesto para la decoración navideña consistente en un nacimiento. Acción que, decían, vulnera al Estado laico y discrimina a los no católicos.
El caso escaló hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia donde, lógico, adquirió relevancia mediática y de inmediato se transformó en causa para la oposición que no dudó en calificar al actual gobierno de atentar contra las creencias y las tradiciones de la gente. Por supuesto que la guerra se puso buena en redes sociales.
El simple hecho de mencionar que un nacimiento atenta contra la separación iglesia-estado pone a las redes sociales en quinta marcha para empezar a despotricar sobre persecuciones y explicar que dicha representación es su derecho y “yo pudo ponerla donde se me dé la gana y el gobierno no es nadie para decirme qué hacer y qué creer”. Auténtico modo “Tía del chat”.
A los intereses más conservadores les encantó la idea de propagar la mentira o fake news de que el gobierno iba a prohibir cualquier tipo de representación del nacimiento en cualquier instancia, pública o privada.
Por supuesto esta gente no entiende (o hace que no entiende) que dichas representaciones las puede poner el ciudadano donde le venga en gana (siempre y cuando sea su propiedad); yo he visto coches con nacimientos completos en el tablero, y nadie les dice nada.
Lo que en realidad se está prohibiendo, y es muy lógico, es que un gobierno determinado invierta parte del presupuesto para representar algo que claramente pertenece a una religión en particular en un espacio público.
¿Qué ocurre con los que no profesan dicha religión? (sean o no mayoría).
El burro y el buey
Lo que es indudable es que los ridículos ultra-religiosos nacionales, como Eduardo Verástegui (que de cenarse a Ricky Martin pasó a la Última Cena y ahora es ferozmente católico y guadalupano), están queriendo aplicar los modelos que en Estados Unidos les han dado resultado a los ultraderechistas como el concepto de la “Guerra contra la Navidad” que también les ha ayudado a cohesionar a la gente que simpatiza con su causa.
De lo que no se dan cuenta estos reaccionarios región cuatro es que nuestro propio gobierno no tiene ni un solo toque del comunismo ateo que tanto clama; que de hecho algunos de sus integrantes son tan conservadores y tan religiosos como el yunquista más persignado.
Pero la cosa es que se pusieron aún más locos cuando se enteraron que había por ahí un grupo de “adoradores del diablo” que exigían que, si se iba a poner un nacimiento católico, también debería de colocarse alguna alegoría de tipo satánico.
El ángel (caído)
Esta idea, hay que decirlo, también está copiada a los estadounidenses:
No es raro que en ese país, de repente a un grupo confesional le entre la idea de poner una estatua de corte religioso en alguna ciudad pequeña o mediana, para así representar los valores cristianos de su comunidad.
Lo normal es que los gobiernos locales accedan debido a que, en la práctica, son los mismos a los que se les ocurrió la gran idea.
Casi siempre todo fluye de manera armónica: se juntan los fondos, se aprueba el diseño y comienzan los trabajos…
…hasta que llega una persona que argumenta pertenecer a alguna rama de la iglesia satánica y exige que su religión, que también está debidamente registrada, tenga también un espacio público para colocar algo, no sé, tal vez una estatua del mismísimo patas-de-cabra.
Por ley ambas religiones tienen el mismo estatus y, como decía mi tía, todos coludos o todos rabones. El gobierno local tiene que autorizar la estatua demoníaca bajo pena de ser acusado de dar preferencia a un credo.
Lo que sigue es anticlimático: los religiosos originales desisten de colocar su estatua de los diez mandamientos o de Cristo Rey ya que no quieren que les pongan a un lado la imagen del señor de las moscas, el terrible Baal-zebub.
Seguramente ya lo has deducido, caro lector: lo que aquí ocurre es que los dichosos satanistas no lo son más que de dientes pa’fuera. Todo es una acción realizada por grupos activistas laicos a los que preocupa que esas pequeñas acciones en conjunto puedan erosionar la separación iglesia-estado, uno de los pilares del estado moderno.
Bueno, pues eso fue exactamente lo que alguien está intentando hacer en el caso del nacimiento yucateco. Exigir la igualdad que el poder político debe a todos los puntos de vista y a todas las creencias para así acotar el gasto de los dineros en cosas que no representan a todos los mexicanos.
Tal como lo he dicho en otros espacios: la libertad religiosa no significa imponer mi propia religión en la vida diaria de los demás.