Después de veintitrés años de trabajar en agencias de todo tipo (publicidad tradicional, boutiques creativas, audiovisuales, de diseño, BTL, digitales, de promociones, etc. etc.) uno como que ya puede decir que algo conoce de las agencias.
Quizás por eso, cuando migras hacia otro giro de la industria, lo primero que echas de menos es el ambiente de estrés constante, el eterno “bomberazo” y correr de un lado a otro; los gritos del dueño o dueña “carajeando” a todo mundo, mientras los demás corremos peor que cocineros en llamas, sin importar las horas de la madrugada o el día de la semana o la fecha del calendario (lo cual ha llevado al divorcio a muchos colegas, pero eso es harina de otro costal).
El punto, pues, es que ahora estoy del “lado del cliente”. Estos meses en el ambiente corporativo me han mostrado hasta sus entrañas la otra cara de la moneda, la de tomar decisiones y elegir agencias; todo un reto.
La creatividad desde adentro
Ahora que la perspectiva es totalmente diferente, pasas de ser un “asesor” o “consultor” a ser el asesorado, el dueño de los temas y proyectos que toma decisiones relevantes sobre cada acción. No obstante, la creatividad jamás queda de lado. Hay muchos textos y copies que redactar, innumerables estrategias que estructurar, argumentar, investigar y crear; presentaciones que diseñar (porque también está involucrado el diseño en el armado, animación y elección de los materiales de apoyo para cualquier tema), diagramas, flujos, mapas, ciclos que organizar, etc.
También hay que ser creativo con la organización del tiempo, de las agendas, las logísticas. Los trámites con los proveedores y de muchos temas adicionales, que ahora le tocan exclusivamente a uno. Los momentos y oportunidades de demostrar esa creatividad son numerosos y se presentan día con día, de manera más inesperada de lo que uno podría creer cuando estás del lado de la agencia. Y te das cuenta de que NO todo viene de la agencia.
Elegir (¿cuál?) agencia
Y más difícil todavía cuando tienes que elegir agencia y todas te ofrecen ser la mejor. Ahí sí se complica el panorama, porque descubres que todas las agencias se parecen terriblemente. Por más que quieran “salirse de la caja”, todas acaban quedando “afuera”… y el resultado es lo mismo. Sí, la originalidad y distinción es lo más difícil de lograr en este negocio. El valor agregado. Ese toque único que hará que la agencia sea recordada, llame la atención y se considere como una opción viable.
Muy difícil labor, sin duda. Es ahora cuando uno se acuerda de aquéllos “incomprendidos” clientes. Qué malabares tenían que hacer con sus presupuestos. Qué decisiones y opciones dejaron en el camino y, sobre todo, nos enseña a valorar la confianza que han depositado en nosotros como agencia.
Hace poco tuve una penosa y triste experiencia con un proyecto. Típico método: ejecutivo X de agencia X me contacta por LinkedIn. Me ofrece las perlas de la virgen y asegura querer trabajar con nosotros con todo un portafolio de servicios y cuando le damos luz verde ¡PUM! nos deja tirados, no respeta el brief y los resultados son más que pobres. Sobra decir que fue su debut y despedida.
En todos lados se cuecen habas, y me consta que los clientes NUNCA son santos de la devoción de nadie. Sin embargo, creo que para construir relaciones sanas y productivas, hay que echarle ganas de ambos lados. Como cualquier relación, se trata de una colaboración de dos partes.