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La decisión de ver Succession – ¡Todos a bordo!

Aquí es donde corro para subirme al tren

Me declaro adicto a las series, no sé si eso hable bien o mal de mí, el caso es que desde hace ya tiempo soy fiel suscriptor de plataformas de streaming y siempre me encuentro a la caza de la próxima serie que atraiga mi atención y hasta me inspire para escribir algo.

He seguido los pasos de Walter White, Francis Underwood, Jimmy McGill, Marty Byrde, Ragnar Lothbrok y hasta del telenovelesco John Dutton. Cuando la serie Dark comenzó a complicarse, paré todo y comencé de nuevo, eso sí, con pluma y papel para tomar apuntes y realizar mi propio árbol genealógico de la familia Kahnwald y la red de relaciones con sus vecinos y amigos en el pasado, presente y futuro.

He de ser sincero, también me brota lo necio y me emperro en no ver algunas series por cuestiones bastante cuestionables. No he visto un solo capítulo de Game of Thrones debido a que, cuando salió la serie, me puse a leer las novelas relativas y las consumí de forma tan obsesiva que ya no quise saber más de Westeros.

Es por ello que cuando descubrí Succession, justo cuando finalizaba la primera temporada, quedé inmediatamente prendado por una serie que me pareció, y lo sigue haciendo, bastante bien realizada en cuanto a argumento y reparto.

Succession

Spoilers, spoilers, spoilers, spoilers, spoilers, spoilers

(Conste que lo advertí)

También tengo mis mañas para ver las series. No me gusta el binge-watching, porque siento que es como desperdiciar el producto final. Algo así como meterte a un restaurante muy caro, pedir cinco platos y hacer una competencia con tu amigo para ver quién se los come más rápido: No se disfruta nada el evento y lo más seguro es que acabemos con indigestión. La verdad es que no estoy dispuesto a dedicar noches completas o fines de semana enteros a “ver la tele”.

Lo que hago es racionar los capítulos de forma semanal y así establezco días para ver determinados programas, Por ejemplo, en esta temporada estoy viendo un capítulo de Your Honor de Bryan Cranston todos los jueves (muy oscura, pero muy buena y mejora mucho en la segunda temporada, por si tenían la duda).

Es por ello que, cuando la plataforma se encarga de dosificar las series, aún me gusta más la idea ya que me evito los clásicos spoilers en redes sociales.

En el caso de Succession así le estaba haciendo y, la verdad sea dicha, prefería todavía “guardarlo” la semana completa para verlo como el gran estelar del sábado por la noche. Este viejo mañoso también coloca las series en posiciones estelares por día y por horario. A final de cuentas esa es la gloria del streaming: ver las series cuando se me da la gana.

Luego de andar el pasado lunes navegando con la misma precaución que si caminara en un campo minado, para evitar los posibles spoilers del último capítulo de la serie, me di cuenta de una realidad: cuando te encuentras notas de tu serie favorita hasta en la página principal del New York Times, es imposible eludir la realidad. Tarde o temprano me iba a dar de narices con alguna reseña que me echaría a perder lo que auguraba ser un capítulo espectacular.

Tooodo mundo estaba hablando del tema: sitios especializados, sitios noticiosos, sitios dedicados a cualquier cosa que le daban espacio a un capítulo que calificaban de espectacular, brutal y que cambiaba toda la dinámica de la serie. En tuiter llegué a desarrollar una especie de fobia por los personajes y, cada vez que veía a alguno, aceleraba mi paso por el posteo. No iba a dejar que cualquier tuitero me echara a perder un capítulo que ya estaba programado en el espacio estelar del sábado por la noche.

Marketing en la industria del entretenimiento | Lorena Zamora & Roberto Báez & Hans Hatch

Quiero hacer una confesión…

No resistí.

Entre más artículos, notas y posteos relativos al tema veía, el sábado por la noche me parecía inalcanzable. De hecho, ya estaba haciendo una especie de quiniela personal para determinar en qué punto mi ilusión terminaría desecha y cuando calculé que sería el martes por la tarde, tome la decisión.

Decidí darle a Succession el slot del lunes por la noche que utilizo de forma normal para ver series antiguas y sitcoms repetidos (actualmente ocupada por Scrubs, una de las series de principios de siglo menos valoradas en su correcta dimensión, por si tenían la duda).

Valió la pena.

La verdad es que es una auténtica joya dramática y un plot-twist que creo que nadie jamás esperó. Todos los que estamos enganchados en la serie sabíamos de alguna manera que la muerte terminaría llevándose a Logan Roy. Si mal no recuerdo, en el primer capítulo lo vimos colapsarse y eso fue el detonante de mucho lo que ha pasado. ¡Carajo! ¡De eso trata la serie! ¡De una sucesión! Como de si un imperio se tratara, bueno, de hecho se trata de un imperio.

Sin embargo, acostumbrados como estamos a los cánones preestablecidos de quienes escriben estas historias, creo que muy pocos pensaron la forma en que la muerte iba a alcanzar al billonario patriarca y la forma en que este evento iba a afectar a sus insulsos hijos. Ocurrió como ocurre en la vida real: de manera repentina, imprevista, trastocando planes y expectativas.

¡Lo rompió todo!

A partir de ahí el descenso de los “niños” (me encantan como los demás personajes se refieren a ellos como “the kids”) a la depresión, al duelo y al análisis de lo que su padre representó en vida. Y mientras Connor es el único que aplica aquello de que “la vida sigue”, se traga su dolor por la ausencia de reconocimiento paternal y se avienta de cabeza a un matrimonio del que ambos tienen dudas, los otros se quedan enfrascados en ese binomio indivisible de sus vidas: las repercusiones de los asuntos familiares en la empresa; las repercusiones de la empresa en los asuntos familiares.

Muerto el rey, el resto de la temporada promete ser una verdadera lucha de poder en la que, hermanitos, parientes —cercanos y políticos— así como altos ejecutivos, se van a dar hasta con la cubeta por quedarse con el puesto en la cima.

Vamos a extrañar a Logan Roy, pero va a estar muy interesante como se resuelve algo que ya está sumamente complicado.

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