Las aves no existen, desde hace muchos años los pájaros de nuestras ciudades fueron eliminados y sustituidos por drones robóticos que las emulan y que son utilizados por el malvado gobierno para espiar cada uno de nuestros movimientos.
Esa tórtola que se asoma desde el árbol del parque es en realidad un robot que te mantiene vigilado…
Esa es la teoría que sostiene un movimiento en Estados Unidos que en su nombre lleva su definición: “Birds aren’t real”.
Desde 2017 este movimiento ha generado polémica, ha atraído seguidores y se ha transformado en parte del “paquete conspiranoico” de la derecha estadounidense.
Pero ¿qué hay detrás de los birds truthers?
Los movimientos satíricos han existido desde hace muchos años y es la forma en que personas inteligentes ‒y con mucho sentido del humor‒ logran poner en ridículo a extremistas quienes, por cierto, carecen del más mínimo sentido del humor.
Un gran ejemplo es la Iglesia del Monstruo Volador de Espagueti (les juro que eso existe), que surgió primero a manera de sátira y luego se transformó en un movimiento contra lo irracional:
Cuando los sectores religiosos más conservadores de Estados Unidos comenzaron a exigir la inclusión del creacionismo en los temarios escolares al mismo nivel que la teoría evolutiva, este grupo que ya se había registrado como iglesia, exigió a las dependencias encargadas de la educación que también su propia teoría de la creación fuese enseñada en las escuelas.
Tal teoría era una mera sátira, sin embargo, como esta organización ya tenía todas las prerrogativas como iglesia, gozaba de los mismos derechos que los evangelistas más radicales.
La idea era delirante, sin embargo, entraba en la misma lógica de inclusión que el creacionismo por lo que los distritos escolares se verían obligados a incluir también a este sinsentido en sus currículos. Gracias a esto, las autoridades escolares optaron por no moverle y por dejar las cosas como estaban.
Algo similar ha ocurrido en varias capitales estatales del sur de Estados Unidos: el relajo comienza cuando un grupo de personas se unen para solicitar, con la venia de las autoridades locales, la colocación de una estatua religiosa en una zona pública que, en teoría, debería de estar libre de estos.
La manera más efectiva que han encontrado quienes están en contra de beneficiar a una manifestación religiosa en particular con espacio público, es la de utilizar la misma estrategia: los activistas, que ya se habían registrado como “Iglesia Satánica”, exigieron también un lugar prominente para una manifestación de su propia fe y para ello propusieron colocar una estatua de Baphomet, un personaje demoníaco con cabeza de chivo.
Por supuesto que los más religiosos pusieron el grito en el cielo y optaron la solución salomónica de que nadie ponga nada. En realidad los activistas no son satánicos, tan solo ciudadanos preocupados que han aprendido a usar las mismas herramientas que sus contrincantes.
La historia de Peter McIndoe, fundador de “Birds aren’t real”, va en ese sentido: en 2017 acudió a una manifestación en contra del presidente Donald Trump. Como suele ocurrir, ese día también se presentó un grupo que apoyaba al mandatario y que intentó reventar la marcha utilizando consignas así como pancartas con declaraciones ridículas sobre la izquierda estadounidense.
Este hombre, que entonces apenas tenía 19 años, decidió unirse a ellos pero para burlarse. En un cartel escribió “Birds aren’t real” que fue lo más ridículo que se le ocurrió en ese momento y, sin saberlo, comenzó todo un movimiento.
McIndoe tan solo trataba de reflejar lo absurdos que eran las consignas de la contramarcha pero, gracias a esto, apareció en videos que se viralizaron. Cuando se dio cuenta de ello, decidió transformar esa pequeña broma en una actividad política.
Nacido en el seno de una familia religiosa de extrema derecha, fue educado en casa por sus padres, quienes le enseñaron las teorías conspirativas más delirantes como que Barack Obama era el anticristo o que el concepto de la evolución era un plan maligno por parte de los demócratas.
Cuando tuvo acceso a Internet su curiosidad lo llevó a conocer más y a darse cuenta de que estaba viviendo en una isla de intolerancia y de falsas teorías; él afirma haberse “autoeducado” viendo videos de YouTube.
Desde el nacimiento de “Birds aren’t real” en 2017 hasta últimas fechas, McIndoe se mantuvo sin romper su papel de “líder de secta” atrayendo seguidores (muchos de los cuales no tardaron en darse cuenta de lo ridículo del tema), acudiendo a eventos masivos, marchas y mítines, contratando anuncios espectaculares y manteniendo vivos canales de YouTube y TikTok con miles de seguidores en los cuales presenta videos de “testigos inobjetables” de que las aves fueron sustituidas por drones que vigilan cada uno de nuestros movimientos.
Por supuesto que estos testigos eran actores pagados por el propio McIndoe.
Hace poco tiempo el grupo llamó la atención debido a que se presentaron en las oficinas de Twitter para exigir que la empresa retirara el ave de su logotipo ya que éste era una clara muestra de que las “aves son falsas” y de que la red social está alineada con un gobierno que quiere restringir las libertades de sus ciudadanos.
También, toda una puesta en escena para atraer los reflectores.
McIndoe afirma que su movimiento es una manera de luchar contra la locura utilizando la locura; los “birds truthers” llaman la atención por lo estúpida e ilógica que es su teoría. Cuando los que se sienten atraídos por esta comienzan a caer en cuenta que todo se trata de un gran acto, muy pronto comienzan a cuestionar la veracidad de otras ideas dentro del muy concurrido panteón conspiranoico de ese país.
El activista, que ya se quitó la careta en una entrevista con el New York Times, asevera que tan sólo es una parodia de los movimientos sociales de su país, pero con un propósito muy definido: tratar de llenar el “agujero de conejo” con temática absurda y de esa manera poner en evidencia a las otras teorías.
La principal actividad del grupo consiste en marchar al lado de conspiranoicos para deslegitimizarlos y, de paso, ayudar a bajar la tensión.
Según las propias palabras de McIndoe, “Birds aren’t real” es un espacio seguro de reunión para procesar el golpe de estado conspirativo que sufre Estados Unidos.
Una forma de reír y de deslegitimizar la locura, en vez de dejarnos apabullar por esta.