Desde hace décadas, la rivalidad entre perros y gatos ha sido un tema recurrente en la cultura popular. Ya sea en películas, caricaturas o memes, la idea de que perros y gatos son enemigos naturales ha calado hondo en la sociedad. Pero, ¿qué hay detrás de esta narrativa tan popular? La respuesta, en gran medida, se encuentra en la mercadotecnia.
La mercadotecnia ha sabido capitalizar esta rivalidad ficticia para impulsar el consumo de productos relacionados con mascotas. Las marcas han creado campañas que apelan a la lealtad de los dueños de perros y gatos, creando un sentido de identidad en torno a la elección de su mascota. Esto no solo genera una conexión emocional con la marca, sino que también fomenta la competencia entre los consumidores. “¿Eres un amante de los perros o de los gatos?” se ha convertido en una pregunta que va más allá de las preferencias personales, para convertirse en una cuestión de lealtad casi tribal.
El marketing juega con la segmentación, utilizando estereotipos para conectar con su público. Los dueños de perros son retratados como activos, leales y sociales, mientras que los de gatos son más independientes, creativos y misteriosos. Estas campañas aprovechan la psicología del consumidor para promover productos específicos para cada grupo: desde alimentos y juguetes hasta accesorios, creando una gama de productos que refuerzan la identidad y la rivalidad.
La estrategia es simple: dividir y conquistar. La industria sabe que las emociones son uno de los motores de compra más poderosos, y lo explotan jugando con la idea de que pertenecer a un “bando” en esta guerra de perros contra gatos es casi inevitable. Y al final, todos ganan: las marcas venden más y los consumidores obtienen productos personalizados para sus fieles compañeros, sea cual sea el animal que elijan.
Karina Gómez Gil | 1er semestre de Merca Universidad de la Comunicación