Si redactar es un arte, ¿por qué creemos que la inteligencia artificial puede hacerlo mejor que nosotros? ¿Es necesario tener que usar un detector para demostrar que un texto fue escrito por un humano y no por un robot?
Estas y varias preguntas más me surgieron hace unos días cuando estaba escribiendo un artículo. Esa actividad que tanto disfruté siempre de crear textos de todo tipo, empezó a convertirse en algo tedioso.
Resultó que los clientes empezaron a pedir que los artículos se pasaran por un detector de inteligencia artificial. El objetivo era comprobar si habían sido escritos verdaderamente por humanos.
Debo aclarar que, hasta ese momento, no había reparado un segundo en averiguar el uso de esta tecnología. Ahora, era un requerimiento que debía cumplir y comencé con las pruebas del detector de inteligencia artificial, sin más opción.
Comenzaron las pruebas con el detector de inteligencia artificial
Obligada por las circunstancias tuve que comenzar a usar el detector de IA. Era simple y si bien limita bastante la cantidad de caracteres a analizar, permite hacer tantas pasadas como uno necesite.
Antes de seguir debo aclarar que disfruto la redacción desde siempre y de cualquier tipo. Artículos para revistas, textos publicitarios, notas empresariales, no importa qué, siempre lo hice con gusto. Son creaciones auténticas y que tienen mi impronta.
¿Qué ocurrió con el detector de IA? Cuando, repito “obligada por las circunstancias” y a pedido de clientes, paso mi primer texto por este detector, me llevé una tremenda sorpresa.
Su respuesta fue que mi texto, mi creación, era 98% hecha por IA. No puedo describir lo que sentí al mirar ese resultado. Me causó estupor y gracia al principio, pero cuando uno lo empieza a analizar, el tema deja de ser gracioso.
¿Cómo encontrar el equilibrio?
Después de un rato de mirar anonada el resultado del detector, dejó de causarme risa. Yo debía demostrarle al detector que ese texto no era de un robot. Ahora, ya no se trataba de crear un texto con mi imaginación y con información adecuada.
Ahora tenía que aplicar matemática para modificar palabras para darle a entender a una máquina que ese texto era mío. Tenía que crear y, además, demostrarle a un programa que ese artículo lo escribió un humano. La pregunta que me surge es, ¿tenemos los humanos que demostrar que somos humanos a una máquina para poder venderle a humanos?
Hacia dónde vamos
Aquí se empiezan a mezclar aún más las cosas: Google y su algoritmo, la inteligencia artificial que aparece por cualquier lado, el marketing que quiere vender a cualquier costo y los humanos que vamos a una velocidad donde no estoy segura si analizamos todo lo que consumimos en internet.
En una palabra, ¿no será hora de parar la pelota y pensar? La IA es maravillosa y, bien usada, puede hacer avanzar un negocio a pasos agigantados. Es una herramienta que puede ayudar a una empresa a:
- Ahorrar en recursos humanos, tecnológicos, de ventas, entre otros.
- Administrar mejor los recursos que tiene la empresa.
- Ahorrar tiempo en tareas rutinarias.
- Mejorar la atención al cliente dando respuestas más rápidas y concisas.
Son muchas las ventajas que trae aparejada la tecnología y todas sus variantes. Lo importante es saber aprovecharlas sin pasar a ser calculadoras que medimos cada palabra, aun cuando no tiene sentido, para aparecer primeros en Google.
Es ahí, cuando el arte de redactar, comienza a desaparecer. Si tenemos que ubicar las palabras donde le parezca correcto a la inteligencia artificial o a Google. Voto por que nos tomemos un poco más de tiempo para leer todo lo que aparece en internet.
Google está haciendo campaña para detectar la IA. Pero los internautas, los consumidores podemos hacer más. Analicemos y pensemos si lo que leemos es realmente así o solo es un sin sentido que responde a lo producido por una máquina o un humano practicando SEO.
Si pones atención, te darás cuenta cuándo debes pasar rápido la página. De esa manera, haremos entre todos, que los contenidos sean de calidad y veraces para que la redacción publicitaria siga siendo un arte.