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La zona de confort ¿es un lugar o un estado mental?

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En los últimos años, la comodidad se ha vuelto una de las premisas básicas en la comercialización de productos y servicios, es de hecho uno de los 10 motivos por los que la gente adquiere productos y servicios.

Todo aquello que nos brinde esa sensación de “tranquilidad o bienestar” a partir de hacernos, de todo cuanto nos facilita la vida y que se convierte en un satisfactor por el beneficio que nos aporta, al menos en ese momento y a corto plazo, es sin duda, un sinónimo de “confort”.

Ese “confort” o comodidad, hoy viene en muchísimas formas; prendas de ropa que casi no pesan, calzado deportivo que hace sentir como que caminas sobre las nubes, máquinas de café que sirven la taza antes de despertar, choferes casi instantáneos, despensa o estética canina a domicilio, y ya no digamos el poder realizar reuniones de trabajo sin tener que desplazarte de tu oficina o casa.

zona de confort

Todo ello trae sin duda trae comodidades, tantas, que sin darnos cuenta, podemos quedarnos caer en lo que muchos llaman “la peligrosa zona de confort”, esa que muchos buscan en un momento dado y que antes de que puedas comenzar a acostumbrarte, debes moverte para no quedar atorado.

Sí esa es la trampa de la comodidad.

Luego entonces, si la comodidad es algo que invariablemente busca el ser humano, ¿por qué entonces seria peligrosa? ¿Conoces a alguien que el estar cómodo, le haya provocado algún daño?

Ya sé que suena ridículo, pero incluso en las series de zombies o mundos post-apocalípticos se refieren también al peligro de permanecer demasiado tiempo en ésta.

¿Qué es la zona de confort?

De acuerdo con los psicólogos, la “zona de confort” se entiende cómo un estado mental en el que un individuo se siente seguro, no asume riesgos, pero tampoco crece personal ni profesionalmente.

Diría el Gallego de los chistes; “cero grados, ni frío ni calor”.

Encontrarte en ese estado, se refiere a las ocasiones en que uno, cree estar en control de todo a su alrededor, al menos de forma aparente en términos de su propio espacio, tiempo y situación personal.

No hay ansiedad, ni miedo, ni preocupaciones (al menos no diferentes a las que implica el estilo de vida mismo) pero, sin darnos cuenta de que tampoco crecemos.

Bajo ese escenario, la rutina parece funcionar a la perfección e incluso dirían algunos; “vida nada te debo, vida nada me debes”, la seguridad y hasta el ego cobran cierto aplomo recurriendo entonces a un repertorio bien determinado de conductas, creencias y afectos (quizás sean apegos) que permiten tener un nivel de desempeño dentro de los márgenes normales.

Sin embargo, los especialistas en el tema advierten que; de perpetuarse esta situación (de confort) por largos periodos de tiempo, se corre el riesgo de estancarse al no tener nuevas motivaciones que lo impulsen a uno a crecer, ya no digamos inspiración para crear o tener nuevos objetivos por cumplir.

Es como si después de hacer un gran viaje a algún lugar exótico del mundo, tras la experiencia, uno decidiera no viajar más.

Ya se que suena muy radical, pero considero (por experiencia personal) que ese confort, si no somos conscientes de la situación, nos puede generar problemas más adelante.

¿Cómo saber si estás en tu zona de confort?

Cuando se ha estado en etapas oscuras de la vida, en las que parece que todo va mal y que nada parece alinearse o fluir en la manera en que habíamos soñado, también se cae en una “zona de confort” y ahí se desarrolla un miedo a perder lo que se tiene.

Más allá de no tener motivación o ganas de hacer absolutamente nada, se entra en un estado casi automatizado en el que muchos comenzamos a funcionar y operar por inercia, casi como autómatas.

La rutina se vuelve monótona, sabes que hay algo mal, pero no sabes qué es, porque después de todo, se supone que el escenario propio “estaba controlado” ¿no?

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Debieras encender tus luces ámbar cuando:

  • Temes emprender algo nuevo, por miedo a perder lo que ya tienes.

Lamentablemente, por experiencia propia te puedo decir que si tratas tolerar el caos, por evitar “la guerra”, primero tendrás el caos y más adelante la guerra.

Las cosas pueden empeorar mucho más rápido de lo que consideras cuando permaneces estancado. El agua, también se pudre.

  • Cuando el aburrimiento se hace presente, puede transformarse rápidamente en apatía, lo que ya de entrada evitará que crezcas profesional y personalmente.

Recuerdo que un amigo hace muchos años, me compartía sobre las ganas que tenía de ser médico y dejar de dedicarse al negocio familiar. En parte, lo que lo detenía de perseguir su sueño era el “tiempo” de estudio; ya saben, carrera, internado, especialidad, certificaciones, etc.

También recuerdo que le comenté lo siguiente:
“Supongamos que pasan 10 años y que decides no estudiar medicina.
Qué edad vas tendrás y de todas formas, no serás médico, bueno estarás a 10 años de convertirte en uno”

Hoy es pediatra.

-Quizás lo más grave de la zona de confort es que ningún plan, proyecto o idea, logra emocionarte lo suficiente como para atreverte a salir.

Si además sufres de ansiedad, depresión o alguna otra condición que requiere atención, cualquier cambio a tu rutina (por tediosa que desea) se advierte como riesgo, mismo que tratarás de evitar poniendo como excusa cualquier pretexto (mismo que será magnificado por ti)

-La Procrastinación se hace presente y entonces sí, ni para atrás ni para adelante.

Aparecen las ideas, imaginas los beneficios y casi enseguida comienzas con los porqué no, los riesgos, “¿y que tal si…?” Y así comienzan a pasar los días, las semanas, incluso pueden pasar años, en los que lejos de resolver, solo vas atestiguando cómo lo que antes era “comodidad” comienza a deteriorarse.

Lo dicho, el agua estancada se pudre y los ahorros, sin una fuente generadora, también se acaban.

  • Quizás lo más grave de ser absorbido por la “zona de confort”, sea el cambio de perspectiva; pasamos del “hoy”, “voy a hacer” o “conseguiré…” por “algún día”, “ojalá tuviera”, “cuando tenga…” y la verdad es que sólo nos aferramos con las uñas para no perder lo poco que nos queda y en cambio vemos una montaña gigantesca que costará mucho trabajo subir y que de todos modos, no existe garantía alguna de que las cosas mejoren.

Luego entonces, decidimos seguir estáticos y sumidos ahora, en una depresión porque “nada sale como lo planeaste”. Que siendo sinceros, no se planeó, sólo se imaginó.

Si crees que puedes, tienes razón. Si crees que no puedes, también la tienes.

Salir de la “zona de confort”, puede ser fácil o representar todo un reto, todo dependerá de la actitud con que afrontes las cosas y la ayuda que solicites.

Si tienes un sueño, tienes la obligación de perseguirlo.

Gracias por leerme, nos vemos en 15 días.

Juan Pablo Altamirano

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