Los medios tradicionales y su guerra perdida

Los influencers son ese fenómeno sobre los que todos tienen una opinión formada, normalmente muy poco positiva, y a la que los medios y algunos ilusos denominan como un “algo pasajero”. Y la verdad es que, como ya he dicho repetidas veces, los influencers no son algo pasajero, pués existen desde la prehistoria.

Un influencers no es más que un líder de opinión, con la capacidad de influir en la toma de decisiones de un sector de la población. En la prehistoria era el líder de la tribu, o el chamán. A medida que la sociedad avanzó, a los líderes de opinión (o influencers), se les sumaron los políticos, actores, deportistas, TV personalities, cantantes,…

Como ves, los influencers han existido siempre y no son nada nuevo, la diferencia está en que antes, para tener una plataforma que te diera voz, tenias que ser parte de una élite (periodistas, actores, políticos,…), y con el nacimiento de las redes sociales, gente común encontró el modo de difundir su mensaje al gran público. Primero fueron los bloggers, luego los youtubers, y bueno… ya sabéis el resto.

Precisamente, como que el influencer es algo que ha existido muy arraigado a la humanidad y su historia, puedo garantizar que jamás desaparecerá.

Pero bueno, cuando hablamos de influencer hoy en día nos referimos a un líder de opinión, con una plataforma propia en la que comparte su contenido, con una línea editorial muy particular y que tiene una audiencia cautiva. En cierto modo, un influencer, es un medio de comunicación en sí mismo.

Desde hace algún tiempo ya, los medios tradicionales les tienen declarada la guerra a los influencers. Una guerra que lamento comunicar, están perdiendo. Y he leído muchos artículos y columnas de periodistas hablando de auténtica basura sobre los influencers, pero ninguno aportó ningún dato objetivo. Sólo críticas del tipo: son adolescentes que quieren cosas gratis o que les paguen.

A ver… medios tradicionales, ustedes sobreviven gracias a que les pagan patrocinios y anuncios para poder continuar emitiendo sus mensajes. Entonces, ¿por qué está bien que ustedes cobren por emitir su contenido, y los influencers no? ¿No les parece incoherente e hipócrita?

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Y precisamente por ese bloqueo y resistencia contra los influencers, y por qué cada vez más es evidente que los medios tradicionales responden a unos intereses y una agenda, y cuya información casi siempre está sesgada, la gente se lanza a las redes sociales para informarse.

Y ahí es donde entran los influencers. Líderes de opinión que (aparentemente) no están comprados por ningún partido político o corporación, que tienen una línea editorial capaz de conectar con el gran público, y que además, no tienen miedo de dar su opinión, ya que precisamente por ello, es que los usuarios los siguen, por sus opiniones. Los influencers en sus redes pueden ser ellos mismos. Los periodistas en los medios tradicionales no.

Alto. No quiero decir con esto que los influencers sean los mejores informando. Pero sí es cierto que no tienen las manos atadas para hacerlo sin complejos ni tapujos. Los influencers no serán los mejores informando, pero sí son mucho mejores comunicando, pués para ser comunicador, hay que tener alguien a quién comunicar tu mensaje, y el periodismo cada día tiene menos audiencia.

Y es que los periodistas y los comunicólogos deben bajar de ese pedestal en el que se han alzado ellos mismos, y unirse al fenómeno influencer. Porque si el problema es que los influencers no tienen la capacidad de dar la información veraz y objetiva, entonces los periodistas y comunicólogos tienen el deber de ir allá dónde está el público, y dar a conocer su mensaje, como influencers de la información.

Porque como hemos visto, comunicar es como emprender. Puedes planear, estudiar,… pero como hemos visto con ejemplos como el de Ibai Llanos, un influencer sin conocimientos de periodismo deportivo que ya da entrevistas exclusivas con futbolistas como Leo Messi; hay que dar el primer paso, y empezar a comunicar.

La comunicación ha evolucionado, y quién se niegue a cambiar con ella, finalmente se condena a sí mismo a la extinción.

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