Durante décadas, PepsiCo fue sinónimo de una batalla constante y pareja con Coca-Cola. Ambas marcas dominaron el mercado global de bebidas, especialmente en Estados Unidos, donde Pepsi logró sostener su lugar como la segunda opción más popular después de Coca-Cola. Pero ese equilibrio se rompió. Por primera vez en mucho tiempo, Pepsi ha perdido su histórico segundo lugar. Y no fue por casualidad.
Este no es solo un cambio de ranking. Es una señal clara de que algo se está haciendo mal dentro de una de las empresas más grandes del planeta. Y todo apunta hacia una estrategia de marketing errada y una visión empresarial desenfocada.
El contexto: un consumidor que ya no es el mismo
En los últimos 15 años, el consumo de refrescos ha venido en picada. Las personas están más informadas, más preocupadas por su salud y más interesadas en productos naturales, bajos en azúcar, sin aditivos y sostenibles. Ya no basta con ser una marca icónica; hay que ser relevante para el consumidor actual.
Frente a este cambio, Coca-Cola tomó una decisión clara: si el consumidor se está moviendo hacia nuevas categorías, nosotros también. Así nació una estrategia agresiva de expansión interna: no salir del mundo de las bebidas, sino conquistarlo por completo. Coca-Cola no solo vende gaseosas; vende agua, jugos, café, tés, bebidas funcionales, energéticas y, cada vez más, productos con alcohol. Su meta es estar en todas las ocasiones de consumo de líquidos.
Esa claridad estratégica le permitió mantenerse vigente, crecer en segmentos saludables y reforzar su posicionamiento como “la compañía de bebidas más grande del mundo”, no solo de sodas.
Pepsi: una expansión sin foco
Pepsi, en cambio, tomó otro camino. En lugar de fortalecer y diversificar su portafolio de bebidas —donde ya tenía marcas fuertes como Gatorade, Lipton, Tropicana o SodaStream— decidió expandirse agresivamente hacia otras industrias, especialmente el segmento de alimentos. Doritos, Lay’s, Quaker, Cheetos, etc.
¿El problema? En el intento de ser un conglomerado de snacks y bebidas, Pepsi perdió su foco. El core de su negocio —las bebidas— quedó debilitado. Lo más grave: para financiar esa expansión, redujo su presupuesto de marketing para la categoría de bebidas, justo cuando más lo necesitaba.
Mientras Coca-Cola invertía en campañas que conectaban con nuevas generaciones y hábitos más saludables, Pepsi dejaba de contar su historia. No supo posicionarse ni como una marca saludable ni como una indulgente. No supo cómo hablarle al nuevo consumidor. Simplemente, se desconectó.

La desconcentración que cuesta caro
Diversificarse no es un error. De hecho, es una necesidad para muchas marcas que quieren crecer. Pero diversificarse sin una estrategia clara, sin recursos suficientes y sin una ejecución ordenada, puede ser desastroso.
Pepsi cometió un error clásico: tratar de expandirse a demasiados frentes sin tener el músculo operativo ni el enfoque necesario. El resultado fue una fragmentación en su identidad, una caída en su top-of-mind como marca de bebidas, y una pérdida clara de competitividad frente a Coca-Cola.
Para colmo, el consumidor actual valora las marcas que “saben quiénes son”. Coca-Cola, aunque tiene miles de productos, logra mantener una narrativa clara: tradición, felicidad, frescura, compañía. ¿Cuál es la narrativa de Pepsi hoy? Difícil de responder. ¿Es una marca juvenil? ¿Saludable? ¿De snacks? ¿De bebidas energéticas? El problema es que no se siente como nada definido. Y en marketing, no ser claro es igual a no existir.
¿Era este el momento para que Pepsi ganara? Sí. Y lo dejó pasar.
Paradójicamente, esta era una gran oportunidad para Pepsi. Mientras Coca-Cola invertía en ampliar su línea de productos, Pepsi pudo haberse posicionado como la marca que mejor entendía al nuevo consumidor. Pudo haber innovado en bebidas funcionales, plant-based, o sostenibles. Pudo haber capitalizado su presencia en eventos, cultura pop y deportes, donde siempre tuvo fuerza. Pudo haber fortalecido Gatorade como marca madre de salud y rendimiento. Pero no lo hizo.
En vez de eso, sacrificó su presencia en medios, recortó sus campañas, y puso toda su energía en snacks. Hoy, aunque sigue siendo una empresa enorme, está pagando el precio de no haber apostado por su verdadero terreno: las bebidas.
Conclusión: una lección de estrategia (y de humildad)
La caída de Pepsi al tercer lugar no es solo una anécdota de mercado. Es una llamada de atención para todas las marcas que creen que pueden crecer sin tener una base sólida. Diversificarse sin planificación, sin narrativa, y sin recursos claros, no solo no garantiza éxito: puede ser una vía rápida a perder lo que ya se tenía.
Coca-Cola, con una estrategia mucho más centrada y una ejecución coherente, ha logrado mantenerse relevante en un entorno donde el consumo de refrescos cae año tras año. Pepsi, al perder foco, ha perdido mercado.
La lección es simple pero contundente: en marketing, crecer no es solo hacer más. Es hacer mejor, con sentido y con visión. Y si no tienes claro quién eres y qué representas para tu consumidor, cualquier movimiento —por grande que seas— puede costarte el podio.