Todos en alguna sobremesa, el súper o viendo la tele, hemos comentado “¿por qué hay cosas de navidad en octubre? ¡qué manchados!”
Lamentablemente, a muchas marcas y comercios les viene valiendo lo que el consumidor quiere y mucho menos lo que necesita. Sus intereses están muy por encima de nuestros valores emocionales.
Tan bonito que sigue siendo que hasta que empieza septiembre, los bandereros de México salen a las calles jalando sus carritos de las infallables banderitas de nuestro glorioso mes patrio. No tienen la ambición (¿o será la visión comercial?) de los grandes consorcios de adelantar ventas sin ni siquiera ofrecer un descuentillo por early bird o algo así. Lo mismo pasa con las mulitas del día de san Manuel, o las calaveritas del día de muertos (altamente opacado por jalogüin y los disfraces y dulces en las tiendas de cadena), con un total respeto al tiempo y espacio.
Esta invasión de temporadas que se enciman me parece una TOTAL falta de respeto no sólo a las fechas y a las costumbres, sino a las celebraciones y lo que éstas significan. Seguramente ya sueno a viejita amarguetas o pasada de moda, pero la neta es que tengo un profundo apego a mis raíces y en verdad me molesta que ya no haya la emoción de cada festividad.
El 14 de febrero deja de ser emocionante si te lo venden desde el 7 de enero que termina reyes. El pan de muerto deja de ser un tesoro cuando desde el 17 de septiembre se vende en el súper. El día de las madres será un enfado para los hijos si a principios de abril anuncias en los medios… y así.
La navidad dejó de ser amorosa y familiar cuando fue rebasada por los intereses de la vendimia mundial colectiva. Ya lograron convertirme en grinch cuando era de las fechas del año que más esperaba (después de mi cumple, obvio).
¿Quién se robó mi Navidad?
Odio las tiendas llenas de árboles, adornos y esferas en pleno cambio de verano a otoño; detesto ver en mi tele anuncios de Sears y de Sky con villancicos navideños en la tercera semana de octubre; odio que la anticipación se adelante a las emociones y las mate… yo ya no pongo árbol y ya no compro regalos. Cocino rico, me reúno con los que quiero y les regalo mi famoso y esperado pastel, que sigue siendo atesorado. Todo lo demás, ya me lo robaron los mugrosos intereses comerciales. Felicidades.