Como consumidores hemos cambiado infinidad de costumbres durante la pandemia. Hay estudios que demuestran que hasta lo más habitual que hacíamos cotidianamente, como cuidar nuestra higiene o mantenernos físicamente activos, se modificó con el confinamiento.
Más allá de lo que vemos a nuestro alrededor, más allá de lo que los estudios reportan, las ventas son un signo inequívoco de lo que ha sucedido en nuestro cotidiano.
Obviamente, las ventas de gel y desinfectantes (así como de cubrebocas –obvio-) se dispararon desde el día uno de resguardo, y se ha mantenido más o menos estable, aunque se prevé un descenso porque hemos bajado un poco la guardia en todo el mundo.
También se incrementó la venta de artículos para cocina (incluyendo harina y levadura porque de repente todos querían hacer pan en casa), los aparatos para hacer ejercicio, las suscripciones a tele de paga y servicios de streaming y de teleconferencias, equipos de cómputo, paquetes más grandes de internet, herramientas para hacer arreglos en casa, juegos de mesa y videojuegos, rompecabezas y servicios de apoyo psicológico y de entrega a domicilio de cualquier tipo de productos que se te ocurra.
Muchos descubrimos que la gasolina dura menos porque se evapora si el auto no se usa, que el cabello y las uñas crecen más rápido de lo que pensábamos, y que no somos tan buenos para las tareas domésticas como pensábamos.
Lo interesante fue el comportamiento de ciertas categorías que han sufrido un decremento en ventas y que seguramente tú has observado algunos de ellos, quizá porque algunos de ellos son prescindibles, como productos bancarios, accesorios de vestir, productos de lujo / premium, entre otros, pero curiosa e inesperadamente también bajaron las ventas de jabones para baño, champús, desodorantes, pasta de dientes y maquillaje, por mencionar algunos.
Junto con las teleconferencias, vinieron algunos incrementos que resultaron sorpresivos para los mismos fabricantes, más allá de computadoras, dispositivos e internet: anteojos fashion para vernos bien (y ver bien después de horas de pantalla), camisas, t-shirts, pantalones cómodos, bóxers, crocs y tenis, así como accesorios para transmisión (micrófonos, luces, sillas, escritorios y hasta cicloramas).
Lo que todos hicimos en automático fue adoptar algún servicio de videollamadas, el que mejor nos acomodara o el que se requiriera en nuestra labor profesional o académica, y por supuesto que no concebimos este confinamiento sin la entrega a domicilio de cualquier cosa imaginable.
La gran pregunta es ¿en quiénes nos convertiremos una vez que el encierro se libere y nos podamos abrazar y regresar a actividades que hemos tenido altamente restringidas hasta hoy?
Y de ahí surgen las sub-preguntas, por llamarles de alguna manera.
- ¿Regresaremos a vestirnos menos cómodamente?
- ¿Volveremos a comprar y consumir todo aquello que ya vimos que nos es prescindible?
- ¿Vamos a ser igual de limpitos, acicaladitos y maquilladitos que como éramos antes?
- ¿Seremos tan sociales y fiesteros como éramos en 2019?
- ¿La comunicación tras la pantalla prevalecerá y se mantendrá de forma intensa?
Y la lista podría ser interminable.
Como seres humanos ni nosotros mismos sabemos cuál será nuestro siguiente paso en cuestión de comportamiento. Como consumidores, desconocemos qué hábitos regresarán y qué hábitos permanecerán para siempre.
Mercadológicamente, estamos en las mismas. Así como el mercado demostró no estar preparado para que las personas permaneciéramos en casa tantas horas, tantos días, tantas semanas, tal como lo demostraron los proveedores de internet o los servicios de delivery, ¿estarán las empresas listas para lo que viene? Servicios como Zoom, Teams, Skype, Meet y etcétera, ¿se estarán preparado para el desencierro? Las empresas y las escuelas, ¿de veras creen que funcionarán los horarios combinados (en línea y presencial)? Servicios de entretenimiento familiar, ceremonias religiosas, eventos y espectáculos, ¿estarán haciendo estudios y análisis de lo que nos espera de forma inminente?
#yLuego?