El negocio de la música en vivo está cambiando radicalmente. En 2024, las 100 giras más grandes generaron 9,500 millones de dólares, un aumento del 3.62% respecto al año anterior. El precio promedio de las entradas subió un 3.91%, alcanzando los 135.92 dólares. Aunque los números muestran un crecimiento constante, es un crecimiento relativamente bajo considerando la alta demanda de espectáculos en vivo.
Esto sugiere que, aunque los conciertos siguen siendo un negocio rentable, la industria está alcanzando un punto de saturación y exclusividad. Entre los altos costos de producción y la limitada accesibilidad para el público, el modelo de giras mundiales está mostrando señales de desgaste.
Mientras algunos artistas siguen recorriendo el mundo con espectáculos masivos, las residencias musicales han surgido como una alternativa más rentable, eficiente y sostenible. En lugar de trasladar toda una producción de ciudad en ciudad, estos eventos se establecen en un solo recinto por un período prolongado, permitiendo un mayor control de costos y una experiencia visual y sonora mucho más inmersiva.
Este modelo no es nuevo, pero su auge reciente ha sido impulsado por la economía, la tecnología y las nuevas tendencias de consumo. Céline Dion, Adele y U2 han demostrado que las residencias pueden ser igual o más lucrativas que una gira tradicional, con la ventaja de reducir el desgaste del artista y maximizar las ganancias netas.
Aquí los ejemplos de las residencias más destacadas en los últimos años:
• Céline Dion en Las Vegas: $385 millones en 717 shows (~$537K por show).
• Adele en Las Vegas: $2 millones por show, con ganancias netas de ~$600K por show.
• U2 en The Sphere: $1.5 millones por show en su residencia de 40 fechas ($60 millones en total).
Si bien este modelo ya estaba consolidado en ciudades como Las Vegas, el éxito reciente de artistas como Bad Bunny indica que las residencias están evolucionando más allá del tradicional circuito estadounidense y abriendo nuevas posibilidades en diferentes regiones del mundo.
Bad Bunny y la estrategia detrás de la residencia en Puerto Rico
Bad Bunny rompió las reglas y lo hizo de la mejor manera posible. Con su álbum Debí Tirar Más Fotos, un disco con una fuerte carga nacionalista y dedicado a Puerto Rico, decidió establecer una residencia en su país en lugar de salir de gira. Lo más interesante de esta estrategia es que, más allá de ser una decisión logística, es una declaración de principios.
El puertorriqueño ofreció boletos más baratos para los residentes de la isla, consolidando su imagen como un artista comprometido con su gente y reforzando la conexión con su público local. Además, su decisión logró tres cosas clave:
1. Fortalecer su identidad nacionalista. Al quedarse en Puerto Rico, convirtió cada show en una celebración de su cultura y reafirmó su posición como ícono local.
2. Atraer turismo internacional. Fanáticos de todo el mundo viajaron a la isla para verlo, generando un impacto económico positivo.
3. Sentar un precedente en la industria. Demostró que las residencias pueden ser una alternativa viable para los artistas más grandes, sin necesidad de depender de las giras tradicionales.
Este movimiento no es casualidad. Las residencias musicales han llegado para quedarse, y el caso de Bad Bunny es solo el comienzo de una tendencia global.
El auge de las residencias: Factores clave
1. Nacionalismo: Artistas capitalizando el sentimiento de identidad
En un mundo donde la identidad cultural juega un papel crucial en el consumo, los artistas están aprovechando este sentimiento para consolidar su base de seguidores y crear eventos con un fuerte componente de identidad nacional.
Artistas como Bad Bunny han demostrado que una residencia en su país de origen puede fortalecer su marca personal, conectar emocionalmente con su público y, al mismo tiempo, ser una estrategia comercialmente exitosa.
Otro ejemplo, Adele está construyendo su propio parque temático con la intención de convertirlo en un destino de entretenimiento y realizar su propia residencia ahí. Este tipo de estrategias podrían replicarse en otros países con artistas locales de gran influencia.
2. Turismo: Ciudades compitiendo por atraer grandes artistas
Mientras algunos artistas usan las residencias para fortalecer su conexión con su país, otros países están apostando por atraer a las grandes estrellas a su territorio.
Ciudades sin una escena musical globalmente consolidada están invirtiendo en megarecintos de última generación para atraer a los nombres más grandes de la industria. Ejemplos como The Sphere en Las Vegas y los magnocoliseos en construcción en Arabia Saudita demuestran que el turismo de entretenimiento se ha convertido en una industria en sí misma.
Además, una residencia permite maximizar las ganancias con una logística mucho más sencilla. Además, si el artista es dueño del recinto (como lo que planea hacer Adele), puede llevarse una parte de los ingresos adicionales generados por hospedaje, comida y merchandising.
3. La evolución de los recintos: El espectáculo por encima del artista
Los venues están dejando de ser simples espacios para convertirse en obras de arte tecnológicas. The Sphere es un ejemplo de cómo el lugar puede ser una atracción en sí misma, ofreciendo experiencias inmersivas que una gira tradicional no podría replicar.
Además, ahora es esencial que los conciertos sean conceptuales. La simple ejecución de un setlist ya no es suficiente: el público espera una historia, una estética definida y una narrativa visual que eleve la experiencia del espectáculo. Las residencias permiten desarrollar esto con mayor profundidad, al no estar sujetas a las restricciones de una gira en constante movimiento.
¿El futuro de la música en vivo es un producto Veblen?
En los últimos años, los conciertos han comenzado a transformarse en un bien Veblen, es decir, un producto cuyo valor percibido aumenta conforme su precio se eleva. Asistir a múltiples conciertos de un artista se ha convertido en un símbolo de estatus, y esto ha provocado una inflación en los precios de las entradas, haciendo que la música en vivo sea cada vez menos accesible.
Sin embargo, no creo que el futuro de la industria sea evolucionar completamente como un producto Veblen. La música en vivo es un fenómeno demasiado masivo y culturalmente significativo como para sostenerse únicamente en la exclusividad.
Aquí es donde entran las residencias. Este modelo tiene el potencial de “salvar” la industria de convertirse en un producto exclusivo para las élites. Al reducir costos de logística y operación, las residencias pueden ofrecer boletos más accesibles y experiencias más estables, sin depender de la volatilidad de las giras mundiales.
Conclusión: Un cambio de paradigma en la música en vivo
El mundo de los conciertos está en una encrucijada. Las giras mundiales seguirán existiendo, pero el futuro de la industria apunta cada vez más hacia las residencias. Un modelo que no solo reduce costos y maximiza ganancias, sino que también abre la puerta a experiencias más sofisticadas, accesibles y sostenibles.
Las giras alguna vez fueron la cúspide del entretenimiento en vivo. Hoy, los artistas, los fans y las ciudades están encontrando un nuevo epicentro para la música: un espectáculo fijo, en un recinto espectacular, donde cada noche es una experiencia única e irrepetible.