En las últimas décadas, el lenguaje empleado en la comunicación política en México ha experimentado transformaciones profundas, derivadas tanto del cambio en el sistema político como de la expansión de los medios digitales.
El discurso político mexicano tradicionalmente, se caracterizó por un tono formal, institucional y altamente centralizado, propio de los regímenes presidencialistas que privilegiaban la verticalidad comunicativa.
Sin embargo, con la apertura democrática y el surgimiento de nuevas plataformas mediáticas, este modelo fue reemplazado progresivamente por nuevas códigos de comunicación más directos, emotivos y accesibles para sectores amplios de la ciudadanía.
La incorporación de redes sociales modificó sustancialmente las prácticas discursivas de los actores políticos. Los mensajes se adaptaron a formatos breves y altamente eficientes, en los que predominan la inmediatez, la viralidad y el uso de recursos visuales.
Este entorno favoreció también la intensificación de estrategias retóricas polarizantes, que apelan a dicotomías (como “pueblo” frente a “élites”) que buscan movilizar identidades colectivas a través de puras emociones, más que de argumentos racionales.
A la par de estos cambios, el marketing político adquirió un papel central en la construcción del discurso público.
Las campañas electorales y gubernamentales recurren cada vez más a la segmentación de audiencias, a técnicas de storytelling y a la personalización de la figura del líder, desplazando el centralismo de las propuestas programáticas.
Asimismo, aunque con resistencias, se observa una creciente incorporación de temas como el lenguaje inclusivo y discursos orientados a la diversidad y los derechos humanos.
En conjunto, estos procesos configuran una experiencia comunicativa donde el lenguaje político se encuentra marcado por la emocionalidad, la simplificación narrativa y la búsqueda de conexión inmediata con la ciudadanía… en contraste a la tradición discursiva institucional y formal que predominó durante gran parte del siglo XX.
Si destacamos algunas características de este fenómeno, encontramos formas como éstas:
- El lenguaje político en México pasó de ser formal e institucional a uno más coloquial y emocional.
- Ha crecido el lenguaje polarizante, especialmente en redes sociales.
- Los políticos adaptaron su comunicación a formatos breves, virales y visuales.
- Aumentó el uso de storytelling y narrativas personales.
- Se profesionalizó el marketing político y la segmentación de audiencias.
- Hay mayor búsqueda de empatía y aceptación, a través de “hablar como la gente”.
- Uso de narrativas simples que apelan al sentido común, al enojo, a la esperanza o al miedo.
- Adaptación a plataformas como X/Twitter, TikTok, Instagram y Facebook.
- Mayor agresividad retórica y construcción de “enemigos” políticos claros.
- Crece el uso de lenguaje inclusivo, aunque con resistencias.
- La comunicación se volvió directa, con menor mediación de la prensa.
- Hiperpersonalización del discurso, en el que la figura del líder importa más que el partido.
- Nacimiento de una nueva clase de influencers políticos y periodistas.
Los políticos de hoy entienden que ya necesitan comunicarse con sus audiencias a través lenguaje actual, adaptado a la gramática y estructura propia de cada uno de los nuevos medios digitales y de los exteriores, que se ponen en boga, cada vez de manera más rápida… y cambiante.
21 noviembre, 2025 
