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FEMINISMO, ¿Estrategia o moda en el marketing?

Soy un firme creyente y defensor de la igualdad entre sexos. Espero que esta explicación esté de sobra para la finalidad de la presente columna. El feminismo en todas sus presentaciones representa una oportunidad y un desafío para las marcas; los consumidores demandan cada vez más que exista diversidad en los estándares de belleza que se presentan en revistas, pasarelas, anuncios y demás; en prácticamente todas las industrias existe un empuje hacia el crecimiento igualitario de hombres y mujeres. Aunque aún hay mucho camino por recorrer, creo que se va avanzando en el asunto; sin embargo, en una industria cómo la nuestra, hay que caminar con pies de plomo y llevar a nuestros clientes de la mano para que al lanzar una campaña en pro del feminismo, el resultado no sea contraproducente.

El poder del feminismo puede ser una gran herramienta. Éste logra una conexión con los consumidores y las marcas alrededor del mundo lo saben. Los especialistas en marketing lo aprovechan, lo investigan y lo ponen en práctica; así que vemos cada vez más campañas sobre empoderamiento femenino; la genialidad intrínseca del género y la no estandarización de los preceptos de belleza en la mujer. Lo preocupante es que se ha vuelto una moda y cómo toda moda, no a todos les va bien.

Son muchos los riesgos que se corren. Desde parecer falaces u oportunistas, hasta errar en el mensaje y que una campaña termine siendo más una burla que un enaltecimiento hacia la mujer.

Los tiempos han cambiado y con ellos las nociones y expresiones de muchas cosas. Entre ellas el feminismo que a mi manera de ver las cosas, es ahora mucho más inclusivo, mucho más suave y a la vez tajante de lo que lo era en los 50´s o 60´s cuándo la lucha de las mujeres iba enfocada a temáticas sociales de otra índole. 

feminismo

La realidad que nos aqueja ahora es la de una generación que creció creyendo en la absoluta igualdad de género y que al llegar a la vida adulta abre los ojos de golpe para darse cuenta que no es precisamente de esa manera.

Que las oportunidades no son equitativas, que el mismo puesto difiere en salario si eres una mujer. Que vivimos en un país dónde los feminicidios son cosa de todos los días. Un país dónde diariamente nos venden periódicos y revistas con una mujer semidesnuda en la portada o contraportada; dónde, a grandes rasgos, aún hay mucho por hacer.

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Entonces, aparecen campañas feministas por doquier, algunas tan forzadas que me hicieron escribir esta columna. Porque es muy fácil caer en el error, es muy fácil apoyar la causa de dientes para afuera, es muy fácil aprovecharnos de algo que no debería ser moda sino un cambio de pensamiento y la línea entre el éxito o el derrumbe es tan delgada como escabrosa.

Por supuesto que hay casos fantásticos de campañas feministas cuyo éxito atribuyo a que se enfocaron en hacer sentir al espectador de cierta forma al ver su publicidad y al usar su producto. A éste empoderamiento y encausamiento real de las emociones en torno a problemáticas de día a día; es a eso señores a lo que debemos sacar provecho. A generar estímulo y determinación en unos así como comprensión y empatía en los otros; en no nadar con la corriente sólo porque es la moda, ser honestos con el consumidor y con nosotros mismos. Pero sobre todo, a jamás arriesgarnos a comunicar como propia, una ideología que le escuchamos al vecino.

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