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3 cosas que, como ejecutivo, aprendí de mis mascotas

A diario encuentro o recibo artículos en las redes, sobre lo mucho que podemos aprender de nuestros perros. Son seres sumamente inteligentes, que adquieren costumbres y que, yo sinceramente creo, piensan.

Sienten cuando algo está bien o mal, saben cuando la regaron en algo, una pequeña o gran “pipí” fuera de lugar, un mueble mordido “por error” y muchas cosas más que me hacen pensar que son más inteligentes de lo que la gran mayoría piensa. Pero no estamos para hablar de eso hoy.

Resulta que en mi larga vida perruna (o sea, acompañándome de perros), algunas acciones entre ellos y yo, me han puesto a pensar en mi actuación como jefe aspirante a líder a través del tiempo.

Y eso es lo que te quiero compartir hoy.

Tres lecciones aprendidas a través de la interacción con mis mascotas. En este momento son dos, madre (Misha Cecilia, 14 años) e hija (Pima Brandine, 9 años) chihuahueñas, consentidas, amorosas como todas las mascotas con sus amos.

Lección Uno – ¿Tienes un compromiso? Cúmplelo.

Nuestras mascotas, están muy bien educadas. El permitirles vivir dentro de casa, en este caso un departamento, requiere de educación y condiciones especiales, que ellas y nosotros tenemos que cumplir.

Las hemos educado, así que hacen sus necesidades exclusivamente en el sitio destinado para ello, y siempre sobre papel periódico. Les enseñamos a hacerlo, con el fin de que, cuando salimos de viaje, unas hojas de periódico en cualquier lugar, sirvan para ese fin.

Sin embargo, ellas y nosotros tenemos un compromiso. Todas las mañanas y todas las tardes, van a salir para “cumplir con la naturaleza” y para disfrutar de los olores dejados por sus congéneres en cada rincón del recorrido. 14 años haciéndolo, en el caso de Misha, suena como un compromiso.

Y ellas no entienden razones. Me imagino que piensan: “yo ya cumplí mi parte del compromiso, no ensuciando todo tu depa, me he aguantado y ahora tú tienes que cumplir, sacándome a caminar”.

Es nuestro compromiso. Y al ser un compromiso que ellas entienden perfectamente bien, cada mañana, llueva, truene o relampaguee, ellas esperan que yo cumpla.

Y se encargan de recordármelo puntualmente, a las 6 am (odio a veces su reloj biológico interno) despiertan, vienen y observan si ya hay movimiento, y, si no lo hay, comienza una sesión de ladridos, brincos en la cama y lamidas de cara, que no te permiten fingir. Hay que cumplir.

Como ejecutivo, en ocasiones, los pequeños acuerdos, no escritos, que firmamos con otras personas solamente con nuestra palabra, no se honran al 100%, y pienso: cómo me gustaría poder hacer lo que Misha y Pima, para lograr que fulano cumpla. Lástima que no puedo ladrar, brincar sobre alguien y exigirle que haga su parte.

Si para un animalito, es importante que cumplamos nuestros compromisos, ¿qué tan importante será para colegas, colaboradores, familia?

¿Cuántas veces has dejado un compromiso al 80 o 90% porque consideras que es suficiente con eso?

Y cuéntame, ¿cómo te sientes cuando alguien no te cumple a ti?

Lección Dos: Okokokok. Hice algo mal. Ya me regañaste. Olvídalo y dame un abrazo.

Quien tiene una mascota, específicamente un perro, reconoce este comportamiento de inmediato.

Todos los perros, “meten la pata” literalmente, y muy a menudo. Una pipí por aquí, una mordidita al mueble por acá, una escarbada para re-arreglar el jardín o enterrar algo, un papel destrozado, porque suena bonito al morderlo de vez en cuando.

Viene el regaño, quizá una nalgadilla y, después de agachar la cabeza unos minutos, esas caritas vuelven a mirarte de inmediato, con la esperanza de que los abraces nuevamente, como si nada hubiese pasado.

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Y lo haces, te sientes bien, y continúas con tus actividades como si nada hubiera pasado.

¿Cuántas veces, en el ambiente laboral, un error de cualquier colaborador o miembro del equipo nos arruina el día, la semana, el mes y con nuestra reacción, al no perdonar y seguir adelante, arruinamos también la vida de esa persona que, casi seguramente, cometió el error involuntariamente?

Quisiera ser con todos, como soy con mis perros. Que después de un error, sea suficiente una breve disculpa, sin dramas, para después ambos, seguir adelante. Todo error olvidado.

Lección tres: el poder de un apapacho.

Desde hace tiempo, descubrí que, durante los paseos diarios, es común que sobre todo Misha, la mamá, se sienta cansada. Ya son 14 años de caminar casi un kilómetro en la mañana. Solo que también descubrí que, cuando veo que alguna va caminando con la cabecita agachada, el paso lento y la lengüita de fuera, no hay nada mejor para inyectarle vida que detenernos unos segundos, llamarlas y simplemente tocarlas, abrazarlas, darles palmadas y sobre todo, darles unas palabras de ánimo.

Siempre funciona muy bien, recordarles que van a tener un premio llegando a casa.

Esos segundos de apapacho cuando las noto cansadas, ¡tienen un efecto inmediato! Su pequeña personalidad cambia completamente, se reaniman y de pronto, están brincando, gritando y corriendo. Son apapachos de energía.

Así que, cuando noto que alguien con quien estoy colaborando se nota decaída, triste, cansada, agobiado o de plano con ganas de tirar la toalla, pienso en el efecto que esos apapachos tienen en los animalitos y me pregunto: Si esos detalles tienen un efecto tan increíblemente positivo en perritos, ¿qué efecto tendrá hacer lo mismo con seres humanos?

Y lo hago, y el efecto es el mismo.

Los seres humanos, necesitamos no solo el abrazo, el apoyo, las palabras de aliento. Para nosotros, eso es tan importante como el saber que alguien se fija en nosotros.

Y tú, ¿Cuántas veces has observado el estado de ánimo de tus hijos, de tu pareja, de tus colaboradores o colegas?

¿Cuántas veces te has detenido junto a ellos para darles un abrazo, o una palmada en la espalda y palabras de aliento?  

¿Has notado el efecto que tienes?

Estas tres sencillas lecciones perrunas, aplicadas en tu vida diaria, te prometo que tendrán efectos positivos y un gran impacto en tus relaciones con familia, compañera o compañero de vida y en tu entorno profesional.

Aplícalos. Vas a sentirte bien.

JL

PD: Gracias por leerme. No olvides dejarme algún comentario aquí abajo y compartirla si te parece.

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