Recientemente participé como observador en algunas sesiones de focus groups, con niñas y niños de dos segmentos bien diferenciados por edad, aunque muy similares en nivel socio-económico. La finalidad era explorar sus opiniones en temas particulares; sin embargo, de manera espontánea salió a relucir un tema muy interesante y polémico: la interacción de los niños y tecnología.
En un momento determinado de la sesión con el grupo de niñas y niños de 7 a 9 años de edad, uno de los pequeños mencionó como rasgo esencial de los adultos: “son aburridos”. Al cuestionarle el moderador sobre sus razones para considerar aburridos a los adultos, la respuesta del niño fue definitiva: “no hacen nada, nada más se la pasan pegados al celular”.
Cabe mencionar que este grupo de niños mostraron gran conocimiento de temas políticos y sociales, y estar bien informados del acontecer del mundo actual; sin embargo, cuando se les cuestionó sobre el uso que ellos hacen de la tecnología, mostraron fuerte preferencia por las actividades físicas y cierto desdén por los aparatos electrónicos: los ven como algo pasivo y monótono. El aburrido mundo de los adultos.
Personalmente llamó mi atención este punto de vista, ya que de un tiempo a la fecha, muchos padres de familia hablan de las habilidades tecnológicas de sus pequeños con orgullo. Ahora los niños aprenden rápidamente a utilizar un dispositivo electrónico, a veces incluso antes de aprender a hablar. Y es muy común oír decir que “ahora los niños nacen con el chip de la tecnología”. ¿Será que nacen con esa habilidad y preferencia, o es una imposición por parte del adulto mismo?
Se sabe que parte importante del aprendizaje en los pequeños es la imitación. Las niñas aprenden a “ser mamás” cuidando de sus muñecas, o a “manejar” con su auto de juguete. Los niños son maravillosamente preceptivos y abiertos al conocimiento y a la información que les rodea, todo lo absorben, aun cuando los adultos no nos demos cuenta.
Niños y tecnología
Muchas veces preferimos “deshacernos” del inquieto pequeño dándole “algo” para que se entretenga; y si encuentra a la mano un dispositivo como una tableta o teléfono inteligente, optamos por esto, sin pensarlo demasiado. Total, ya nacen con ese “chip” y es muy fácil mantener cautiva su atención con el aparato.
Es conocido que Steve Jobs no permitía el uso de productos electrónicos a sus propios hijos, antes de cierta edad. También se sabe que el uso repetido de estos dispositivos inhibe las habilidades de socialización en los niños. Todo exceso es nocivo.
Convendría hacer consciente que los niños nos están imitando; aprenden de lo que ven aunque los adultos no nos demos cuenta; somos sus ejemplos a seguir, y si nos ven “pegados al celular” será lógico que ellos también adquieran esos hábitos.
No existen muchos estudios a este respecto en el contexto latinoamericano o mexicano de los niños y tecnología. Encontré recientemente uno realizado por investigadores de las Universidades de Madrid y Barcelona, en el contexto de familias españolas. Arroja resultados interesantes, y comparto la liga al final, para quien desee consultarlo directamente.
Independientemente de nuestras decisiones personales, si damos o no acceso a los pequeños a los dispositivos electrónicos, debemos considerar que el objeto per se no es ni bueno ni malo; lo nocivo es el abuso que se haga del mismo. Sólo invito a que reflexionemos sobre el ejemplo que damos a los niños. Pensemos no sólo como padres de familia, sino como sociedad en general. Una sociedad “aburrida, que se la pasa pegada todo el tiempo al celular”.
Link del estudio español sobre niños y tecnología:
https://ddd.uab.cat/pub/estudis/2016/145656/Aliagas_Poveda_08SpanishReport_Finalv3_Feb2016.pdf