¿Pica o no pica? La subjetividad en las producciones

8 horas y media, ríos de café y varios kilos de chuchulucos fue lo que se llevó esa junta de producción taaaan importante. Sí, ésa en donde cerca de 15 personas por parte del anunciante, la agencia y la casa productora se pusieron de acuerdo -o eso intentaron- en cada pequeño detalle de la filmación del comercial para la campaña de lanzamiento tan esperada.

Y cuando decimos cada detalle, es porque nos referimos a ca-da pe-que-ño de-ta-lle… que si el anillo de casado de un extra debía ser de oro amarillo o blanco, que si el color del pasto debía ser primaveral o veraniego… y todo, para que unos días más tarde nadie esté a gusto con el resultado. ¿Por qué?

Las producciones no son enchiladas… pero se parecen a las salsas

Para tratar de entender qué es lo que probablemente pasó, podemos explicarlo, si no con peras y manzanas, con chiles y cebollas…

Seguramente alguna vez caíste en la tentación de preguntar en alguna taquería: oiga, y… ¿la salsa pica? Si nunca lo has hecho, ¡felicidades! Te recomendamos que no lo intentes: es una trampa para ingenuos.

Y es que ante este cuestionamiento para el mesero sólo existen dos posibles respuestas: “Uuuuuy, ni pica nada” o bien, ese bonito adjetivo tan recurrente en los mexicanos: “poquito”. Acto seguido, la víctima-comensal se confía, baña de salsa su preciado manjar y… tssssss, enchilada total. ¿El mesero mintió? No. Para él realmente era nada lo que para ti fue lava en la boca.

En gustos se rompen tímpanos

En la preproducción pasa más o menos lo mismo: un entusiasta creativo presenta una idea, narra emocionado una historia en la que describe un tema musical “movido”, el cliente pide que sea con punch y el de cuentas asiente, especificando que también debe sonar fresco, y así se va perdiendo la objetividad en meros adjetivos como el “poquito” del mesero… 

¿Resultado? Mientras que para el cliente esa descripción de música se parece a un ritmo disco, para el de cuentas suena más a algo pop y en la cabeza del creativo siempre sonó un rolononón de heavy metal. Entonces, ¿quién tiene la razón?

Marketing en la industria del entretenimiento | Lorena Zamora & Roberto Báez & Hans Hatch

Cada loco con su tema

Es tan fuerte la subjetividad que, si pedimos a 100 personas que imaginen una pequeña manzana roja, tendríamos imágenes de 100 diferentes manzanas de 100 tamaños distintos y 100 tonalidades de rojo.

En el caso de la salsa y los tacos no pasa de que se necesite un antiácido, un refresco extra y una refrescada al mesero… pero en publicidad, no. No podemos darnos el lujo de arriesgar los recursos y el trabajo de tanta gente.

Y es que una mala planeación puede traducirse en pérdida de tiempo y, como es bien sabido, las pautas en medios ya están negociadas desde antes, por lo que no puede haber retrasos. Por otra parte, si hubiera demoras en la producción, esto podría significar más gasto de recursos económicos, desgaste emocional y fricción entre los involucrados… y en el peor de los casos, que no se obtengan los resultados previstos de la tan esperada campaña.

De la vista, nace la objetividad.

Entonces, ¿qué podemos hacer para tener una preproducción que nos ayude a tener los resultados esperados? Pues no platicar del picor, sino dar a todos probaditas de distintas salsas hasta llegar todos a un consenso. 

En este caso sería no dejar nada a la imaginación, documentarlo todo, absolutamente todo con referencias de fotos, videos, películas, anuncios, dibujos, audios… lo que sea que todos puedan percibir fuera de su cabecita.

Otro consejo muy útil que puede ahorrarte mucho tiempo y dolores de cabeza es que todos los que puedan tener una opinión de peso, como los altos directivos de la empresa estén, en la medida de lo posible, al tanto de las principales decisiones, como el casting y la locación, aun cuando sabemos que muchas veces no se involucran en todo el proceso.

Así que recuerda asegurarte de que todos estén en el mismo canal en la próxima junta de preproducción para que el resultado final los deje a todos con un buen sabor de boca y nadie acabe “enchilado” por la frustración.

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