Sarahah y el desastre en espera de ocurrir

Hace apenas un par de meses, una app más hizo su aparición: Sarahah. Su nombre, muy difícil de pronunciar y memorizar, cobra sentido cuando entendemos que fue creada en Arabia Saudita con la finalidad de ser usada por empleados de oficinas para darle retroalimentación anónima a sus jefes y, con ello, eliminar cualquier posibilidad de reprimenda. Sin embargo, esta utilidad ya ha trascendido a los usuarios comunes y corrientes –sobre todo los jóvenes-; quienes han redescubierto lo que podían hacer con Ask.fm o con Secret, que fueron sus antecesoras. En concreto: el usuario abre su perfil en Sarahah, lo comparte a través de cualquier red social y, de este modo, le permite a los demás que le escriban mensajes que son anónimos y a los que, por si fuera poco, no se les puede dar una réplica, por lo que el riesgo de un malentendido es altísimo.

La difusión de esta app, sin ánimo de ser catastrófico, es una hecatombe en espera de ocurrir. Y no se necesita descubrir el hilo negro para afirmarlo. Gracias a Ask.fm, una adolescente de Leicestershire llamada Hannah Smith decidió suicidarse debido a los mensajes anónimos agresivos que le llegaron. ¿La ironía? Después de las investigaciones oficiales, se comprobó que ella misma se los había mandado, una especie de seppuku digital.

sarahah

Aclaremos: la culpa no es de la tecnología, ni siquiera es de la ingenuidad de los ingenieros que la crean. En realidad es de los usuarios que, en muchos de los casos, no tienen la madurez suficiente ni los filtros sobre qué publicar. En las decenas de conferencias que me ha tocado impartir sobre cyberbullying, menciono que TODOS, en algún momento de nuestra etapa como estudiantes, fuimos alguno de los 3 personajes que se encuentran en el fenómeno llamado “acoso escolar”; el bully, el bulleado o el espectador.

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El tema es que antes, dicho acoso estaba acotado por las paredes del colegio; por lo que el niño podía ir a sus clases de karate o de inglés por las tardes sin temor a que sus compañeros de ese grupo supieran lo que pasaba horas antes. Hoy, gracias a la tecnología, el bullying trasciende fronteras. Si un adolescente es atacado verbalmente por medio de mensajes de Sarahah, ¿cómo saber de qué frente proviene para actuar en consecuencia? Imposible, y a una edad tan vulnerable y poco formada, se vuelve el escenario ideal para el desastre.

Enorme ingenuidad de Zain Al-Abidin, creador de Sarahah, por pensar que en las oficinas tampoco existe riesgo. Mientras que en los niños y adolescentes existe el cyberbullying, en los adultos trabajadores existe su equivalente llamado Mobbing; del que casi no se habla, pero es bastante común; el acoso psicológico por tiempo prolongado entre empleados en una oficina. Es loable que se busque una mejora empresarial a través de la crítica constructiva de un empleado hacia su jefe y los procesos, pero… ¿quién puede evitar que un empleado, de manera anónima, no termine mandando mensajes ofensivos a alguno de sus compañeros por esa misma red?

Anatole France decía: “la vida nos enseña a que somos felices a costa de alguna ignorancia”. Hay cosas que es mejor no averiguar. Por salud mental personal, he decidido no usar Sarahah. Pero usted, querido lector, tiene libre albedrío, experimente si así lo desea.

La pregunta que queda en el tintero es; ¿cómo podrían las marcas aprovechar la tecnología de Sarahah para difundir sus productos? Compártame sus opiniones.

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