La elección de un embajador de marca no es una tarea superflua. Debe pensarse concienzudamente. La persona debe empatar con el producto. Debe tener una personalidad congruente con la imagen de éste. Debe estar alineada a sus valores y su calidad. Y, sobre todo, no debe opacar a la marca, sino hacerla que resalte.
Es decir, no es una decisión al aventón. Hay que hacer una planeación estratégica responsable.
En este sentido, el equipo de Dabalash no hizo la tarea.
Dabalash es un producto revolucionario que promete dar volumen a pestañas y cejas, fortaleciéndolas y nutriéndolas. Es un producto bastante caro, cuya venta es masiva, tipo Walmart o Sally.
El pasado martes 20 de agosto realizaron el evento de lanzamiento en un restaurante llamado Margarita’s. Convocaron a los medios y a los distribuidores de producto. La organización, según me cuentan, fue bastante buena.
El problema: la portavoz o embajadora de marca, la muy bella y elegante Tania Ruiz, que se hizo famosa por haberse convertido en la novia del expresidente de México, Enrique Peña Nieto.
Tania habló del producto en primera persona. Subrayó sus beneficios resaltando que ella ya lleva tiempo utilizándolo. Su presencia fue prácticamente impecable y sumamente profesional.
Pero está en el ojo del huracán, y eso es algo que una marca no puede resistir. Una persona mediáticamente vulnerable te puede echar a perder cualquier esfuerzo que hayas hecho en otras plataformas, aun cuando ya lleves una larga trayectoria. Éste no era el caso, pero pregúntale a Lucerito cuando perdió su casi eterno contrato con Olay.
Todo el numerito se cayó cuando llegó la parte que no puedes (en teoría) anticipar de una presentación pública: las preguntas. Y como buenos medios de información, la prensa se centró en hacer preguntas escandalosas y no en el producto.
La muy profesional Tania Ruiz terminó viéndose acosada y se escapó encerrándose en el baño, recordándonos cómo su novio hizo lo mismo cuando el famoso #132 en la Ibero. Lo que la prensa reportó se alejó del producto y se centró en el chisme. Lo único que decían de Dabalash es que era el nuevo rímel (y no lo es). Lanzamiento cero eficaz, ligado a un escándalo farandulero.
La moraleja de esta historia es muy fácil: cualquier embajador o influencer es un ser humano. Y como cualquier ser humano, se puede equivocar (como Pedrito Sola con Hellmann’s). Pero si además la persona que eliges está en pleno reflector, lo único que logras es que se convierta en un vampiro para tu producto que, lejos de agregarle, le roba toda la atención.
La culpa no es de Tania Ruiz, sino del que la hizo comadre. #TacheParaDabalash